El engaño es un proceso ubicuo en las interacciones humanas, sus consecuencias e implicaciones tienen impacto en múltiples áreas del funcionamiento de las personas. Los experimentos conductuales que lo abordan ignoran sistemáticamente la contribución de variables sociales como la cercanía social, lo que plantea dudas sobre la validez ecológica de sus hallazgos. El objetivo fue examinar la contribución de la cercanía social en el engaño, se plantea la hipótesis de que esta variable social reduciría significativamente el engaño en una tarea experimental ecológicamente válida. Se presentan datos de 10 participantes voluntarios en edades entre 18 y 24 años. Todos acudieron al estudio con un amigo cercano de su mismo sexo, el cual no fue familiar ni pareja romántica. El experimento consistió en un juego económico en el que los participantes prometían regresar una cantidad de dinero virtual a alguno de tres compañeros y posteriormente tenían la libertad de decidir si cumplían o no su promesa. Se presentaron aleatoriamente tres compañeros con diferentes grados de cercanía, un amigo que representaba la mayor cercanía social, un desconocido que representaba poca cercanía social y una computadora como compañero sin cercanía social. La distancia entre las promesas y el pago de los participantes hacia sus compañeros se tomó como una medida conductual de deshonestidad. Con el objetivo de identificar el efecto de la cercanía social en el comportamiento de engaño se realizó un modelo jerárquico para valorar efectos fijos de las condiciones experimentales: cercanía social y promesas, así como de los efectos aleatorios adjudicados a la variabilidad individual. Los resultados arrojan efectos significativos de la cercanía social, favoreciendo la condición de mayor cercanía social (amigo) en comparación con las condiciones control. Como se hipotetizó, la cercanía social alta disminuyó significativamente la deshonestidad en comparación con la condición de baja cercanía y de cercanía nula.