La prevalencia de trastornos mentales a nivel mundial es alta y sigue aumentando (Organización Mundial de la Salud, 2022) lo que resalta la necesidad de servicios de salud mental eficientes y de calidad. La investigación sobre eficacia en psicoterapia subraya la relevancia de las habilidades terapéuticas como un factor determinante, (Anderson, et al., 2016). Diversas clasificaciones abordan los factores comunes de la eficacia y Fruggeri (2023) propone cuatro competencias clave para la formación de terapeutas: técnicas, epistemológicas, relacionales y contextuales.

Analizar que competencias terapéuticas se desarrollan en distintos niveles de formación profesional.

Se empleó una metodología cualitativa de corte naturalista con grabación y transcripción de los diálogos entre participantes. Se estudio un caso único atendido con el Modelo de Terapia Breve de Resolución de Problemas, en el que participaron una paciente adolescente de 17 años, dos estudiantes de licenciatura como coterapeutas, dos estudiantes de posgrado como supervisores y una terapeuta experta. Las sesiones se realizaron en coterapia y con supervisión en vivo a través de cámara de Gesell. Para el análisis de los datos se utilizará el análisis de contenido de las transcripciones de las sesiones y las supervisiones.

Se llevaron a cabo 10 sesiones clínicas con sus respectivas supervisiones. El material se categorizó según las cuatro competencias propuestas por Fruggeri. En el análisis preliminar de dos sesiones de supervisión se observa que, en la licenciatura predomina el desarrollo de competencias técnicas, mientras que en posgrado se requiere y fomenta un mayor dominio de competencias relacionales.

La formación de terapeutas es un proceso complejo que requiere de muchas horas de formación y que combina teoría y práctica. La supervisión clínica en vivo resulta esencial para modelar y potenciar competencias avanzadas, especialmente las relacionales y epistemológicas, ya que facilita observar ajustar y observar el proceso terapéutico en tiempo real.