La violencia familiar es definida por la Suprema Corte de Justicia de la Nación como “una conducta, de acción u omisión, que un miembro de la familia dirige a otro con el objeto de causarle un daño o atentar contra su integridad”. Si bien la violencia familiar se puede presentar en todos los integrantes que la conforman, su prevalencia es mayor entre jóvenes e infantes.

Se realizó una investigación cualitativa de estudio de caso sobre un joven estudiante de 20 años, residente del Estado de México que vive en un entorno familiar con violencia. Se trabajaron alrededor de 20 sesiones de psicoterapia psicoanalítica donde se analizaron algunas de las consecuencias psíquicas y emocionales, entre éstas, los sentimientos de culpabilidad que devenían de un deseo parricida en un ambiente familiar violento.

En este caso, el deseo parricida es un conducto de salida del entorno familiar con violencia en el cual está inmerso, sin embargo, la culpabilidad que le genera ese deseo está constantemente presente. Las conductas violentas del padre se transforman en un modelo de comportamiento replicable. Asimismo, el joven genera sentimientos de profunda ira, irritabilidad y odio dirigidos al perpetrador de la violencia.

En cada sujeto hay diferentes particularidades y las personas responden con diversos mecanismos psíquicos. Las consecuencias psíquicas de la violencia familiar dejan rastro, pueden anular la subjetividad de la persona, generando emociones de hostilidad, enojo y frustración. De igual forma, pueden ocasionar problemas de salud mental o propiciar comportamientos de alto riesgo. Por ello, la relevancia de considerar las afectaciones que para cada individuo tienen las experiencias de un ambiente familiar con violencia, como ha sido para este joven quien ha transitado la adolescencia resignificando el lugar del padre en la reconstrucción de su identidad.