Simulación y engaño académico: En respuesta a “Réplica a Julio A. Piña López […]” de José Concepción Gaxiola Romero
0 commentsPosted in Artículos | Vol. 5 | Núm. 1 | 2019
Autor(es) | Julio Alfonso Piña López |
Contacto | pina.lopez.julio@gmail.com |
Tipo de Contribución | Cartas al Editor |
Referencia | Revista Digital Internacional de Psicología y Ciencia Social Vol. 5, Núm. 1, 2019. |
RESUMEN
En 2017 se publicó un artículo de nuestra autoría, en el que revisamos exhaustivamente tres trabajos de investigación publicados por José Concepción Gaxiola Romero y colaboradores entre 2012 y 2013. Los hallazgos principales que se reportaron fueron en esencia dos: por un lado, la repetición de más de una veintena de párrafos —iguales o con ligeras modificaciones— en los tres trabajos; por el otro, la fabricación y/o falsificación deliberada de los datos en dos de los tres. Recientemente apareció una supuesta réplica de Gaxiola, de cuya lectura se esperaba una basada en una sólida argumentación y en la presentación de evidencia tangible de que nuestros hallazgos estaban equivocados o que eventualmente se había malinterpretado algo; antes bien, aquél desvió la atención hacia otros asuntos que no tuvieron nada que ver con lo publicado por nosotros en 2017. En esta respuesta a su supuesta réplica, nos damos a la tarea de presentar evidencia adicional de cómo Gaxiola y colaboradores practican frecuentemente conductas éticamente inaceptables y conductas éticamente cuestionables, haciendo de la simulación y el engaño académico un modo de vida.
ABSTRACT
In 2017, an article of our authorship was published in, which consisted of an exhaustive review of three research works published by José Concepción Gaxiola Romero and collaborators between 2012 and 2013. The main findings that we reported were two in essence: on the one hand, the repetition of more than twenty paragraphs —equal or with slight modifications— in the three papers; on the other, the manufacture and/or falsification of data in two of the three. Recently, a supposed reply of Gaxiola was published, from whose reading we expected one based on a solid argumentation and the presentation of tangible evidence that our findings were wrong or that had eventually misunderstood something; notwithstanding, he diverted the attention on other matters that had nothing to see with the findings published by us in 2017. In this answer to the supposed reply, we will present additional evidence of how Gaxiola and collaborators are practicing ethically unacceptable behaviors and ethically questionable behaviors, doing of both simulation and academic deception a way of life.
INTRODUCCIÓN
En el Volumen 22, Número 2, de Enseñanza e Investigación en Psicología se publicó un artículo de nuestra autoría, intitulado Predictores del rendimiento académico en Bachilleres, de Gaxiola y colaboradores: ¿Un ejemplo de corrupción académica? (Piña, 2017). Al siguiente año este mereció una supuesta réplica por parte José Concepción Gaxiola Romero en la misma revista (Gaxiola, 2018),[1] de cuya lectura esperábamos una que estuviera a la altura de un investigador que pertenece al Sistema Nacional de Investigadores (en lo sucesivo, SNI). Esto es, Gaxiola estaba obligado a presentar una línea de argumentación sólida, demostrando con evidencia tangible en qué y por qué los hallazgos reportados por nosotros estaban equivocados, o si eventualmente habíamos malinterpretado algo. Al dar respuesta a la supuesta réplica de Gaxiola, iremos analizando algunos párrafos en los que este usa de manera sesgada la información; cada uno de ellos lo hemos numerado y varios los hemos resaltado con negritas, con el objeto de poner en evidencia las contradicciones en que incurre aquél. Presentaremos al lector evidencia adicional, haciendo notar también las omisiones deliberadas de Gaxiola —lo que conoce como la No-R— con relación a los dos hallazgos principales que reportamos en 2017.
Los puntos centrales en la supuesta réplica de José Concepción Gaxiola Romero: El arte de morir en el intento…
1. De acuerdo con el Código de Ética del Psicólogo (Sociedad Mexicana de Psicología, 2007), es necesario dar respuesta a los comentarios negativos que se realicen del trabajo personal. En el artículo 142 de dicho código se señala: “Si el psicólogo tiene conocimiento de declaraciones engañosas acerca de su trabajo hechas por otros, hace esfuerzos para corregir tales declaraciones […] (Gaxiola, 2018; p. 109).
2. Así, la crítica destructiva o las acusaciones directas al trabajo personal no posibilitan la discusión profesional con el ánimo de avanzar en el conocimiento y violan un lineamiento general del ya mencionado Código de Ética del Psicólogo […] Invitamos a los lectores a revisar las últimas publicaciones de Piña (Piña, 2015, 2016, 2017), cuya “línea de investigación” y único objetivo de los últimos años ha sido la crítica destructiva de nuestro trabajo de investigación (Gaxiola, 2018; p. 109).
3. Lo que se pretende aportar, más que una respuesta puntual a los infundios de Piña (2017) publicados en esta misma revista […] (Gaxiola, 2018; p. 110).
En principio, nos sorprende sobremanera el uso no sólo de artículos del Código de Ética del Psicólogo para asumir una defensa de su trabajo, sino también el uso de calificativos personales. Así, dicho sea de paso desconocíamos que argumentar en qué y por qué un autor está equivocado en sus planteamientos teórico-conceptuales, por un lado, así como aportar evidencias sobre los que son consideradas como conductas éticamente inaceptables y éticamente cuestionables (Aluja y Birke, 2004), por el otro, merezca ser evaluado en los términos expuestos por Gaxiola. En efecto, cualquier lector que se tome la molestia de revisar los artículos publicados por Piña en 2015 y 2016, encontrará que el primero de ellos se centró en un análisis del concepto de resiliencia en psicología (Piña, 2015), en tanto que el segundo en el uso y abuso del modelamiento con ecuaciones estructurales en psicología y salud —que derivado de un análisis que hicimos de un trabajo publicado por Gaxiola y colaboradores en 2013 (Piña, 2016). El contenido de ambos artículos fue planteado en términos estrictamente académicos, los cuales, por cierto, nunca tuvieron respuesta en estos mismos términos.
4. En la página 110, y apoyándose en la lectura de especialistas clásicos en metodología, al referirse al subtítulo de nuestro trabajo publicado en 2017, Predictores del rendimiento académico en Bachilleres, de Gaxiola y colaboradores: ¿Un ejemplo de corrupción académica? […] sostiene que: A partir de lo señalado anteriormente, el objetivo del presente artículo es justificar la viabilidad del uso de una misma base de datos en diferentes productos de investigación. Acto seguido, Gaxiola hace un recuento de cómo en encuestas mundiales (p. 111), estudios derivados de censos (p. 111), encuestas nacionales de salud (p. 111) y estudios longitudinales (pp. 111-112), en todos y cada uno de ellos se menciona el uso de la misma muestra, de la cual derivan varias publicaciones, concluyendo que ello también está permitido en la psicología […] Lo anterior es especialmente acostumbrado en la investigación multivariada, pero con la condición de que se dé cumplimiento a los diversos objetivos específicos de investigación planteados (Gaxiola, 2018; p. 112).[2]
El que hayamos cuestionado la lógica teórico-conceptual en la que basó sus trabajos Gaxiola (Piña, 2015, 2016), llamando la atención sobre la interpretación errónea que hace de los datos obtenidos (Piña, 2016), o finalmente preguntado si las tres publicaciones que analizamos se constituían en posibles ejemplos de corrupción académica (Piña, 2017), no tienen nada que ver ni con comentarios negativos, ni con declaraciones engañosas, ni con crítica destructiva, ni con acusaciones directas, ni con infundíos, mucho menos con cuestionamientos dolosos. Si el lector leyó con detenimiento el objetivo que aquél planteó en su supuesta réplica (A partir de lo señalado anteriormente, el objetivo del presente artículo es justificar la viabilidad del uso de una misma base de datos en diferentes productos de investigación), es por demás importante aclarar que nuestro artículo de 2017 no se centró en ese objetivo; por el contrario, se centró en, citaremos en extenso:
Revisar tres reportes de investigación publicados entre 2012 y 2013 por José Concepción Gaxiola Romero […] en tres revistas especializadas […] Dicha revisión comprende un análisis detallado de los tres reportes de investigación, cuyo propósito es discutir si los mismos se pueden considerar como corrupción académica (Piña, 2017; p. 238).
Note el lector que en ningún momento planteamos si o no era viable usar una misma base de datos en diferentes investigaciones. Primera pregunta elemental: ¿por qué Gaxiola no centró su réplica en lo que analizamos un año antes, esto es, los auto-plagios y la fabricación y/o falsificación de los datos? Pregunta que tuvo su primera No-R.
5. En los escritos empleados por Piña (2017), además de que se presentan resultados diferentes de una misma investigación, no se comprueba ninguna alteración o vicio en el desarrollo de los textos. A lo largo de la presente réplica se presentarán ejemplos de investigaciones que derivan de manera natural de diferentes productos de investigación empleando el uso de la misma base de datos. Es importante recalcar que los argumentos presentados son para aclarar ante la opinión pública y científica los señalamientos realizados por Piña sobre el trabajo realizado por nuestro equipo de investigación, no para intentar un debate con dicho autor, lo que sería infructuoso en términos científicos (Gaxiola, 2018; p. 109).
Ya que Gaxiola sostiene que presentará argumentos con fines de posicionarse ante la opinión pública y científica, le demostraremos que falta a la verdad. Así, si el lector tomó nota de la lectura de la cita textual, los elementos medulares en esta son dos: que no comprobamos que en los tres estudios analizados se hubiese alterado o viciado el desarrollo de los textos, y que, asimismo, se podía usar una misma base de datos para llevar al cabo diferentes estudios. Pues bien, en principio debemos mencionar que esos supuestos argumentos son usados injustificadamente —y, por qué no decirlo, tramposamente— por Gaxiola, porque si bien el primero toca muy ligeramente los dos asuntos medulares sobre lo que publicamos en 2017, en su réplica curiosamente no desmintió nuestros dichos. Si el lector no lo ha hecho y se toma la molestia de leer nuestro artículo publicado en la revista Enseñanza e Investigación en Psicología, encontrará que al revisar minuciosamente tres artículos que entre 2012 y 2013 publicaron Gaxiola y colaboradores (en las Revistas de Psicología de la Pontificia Universidad Católica del Perú [PUCP], Colombiana de Psicología e Interamericana de Psicología), podrá constatar que al menos una veintena de párrafos eran iguales —o con ligeras modificaciones—, por lo que por razones menos que obvias, cuando alguien incurre en el auto-plagio, por supuesto que está viciando el desarrollo de los textos. ¿Insistimos, por qué en su supuesta réplica Gaxiola no hizo mención de los auto-plagios en más de una veintena de párrafos?
Nos permitimos hacer del conocimiento del lector que, aun cuando esos párrafos fueron citados textualmente en nuestro artículo de 2017, para evitar supuestas “malas”, “engañosas” y “dolosas” interpretaciones, recientemente efectuamos un análisis apoyándonos en el programa Turnitin (https://turnitin.com/login_page.asp?lang=es), el cual fue desarrollado con el objeto de identificar plagios y auto-plagios en las publicaciones. Por tanto, nos dimos a la tarea de comparar las tres publicaciones analizadas en 2017, por ejemplo, iniciando con la de la Revista de Psicología de la PUCP (Gaxiola, González, Contreras y Gaxiola, 2012) y la de la Revista Interamericana de Psicología (Gaxiola, González, Domínguez y Gaxiola, 2013), cuyo informe de “originalidad” arrojó el 48% de “similitud”, distribuido de la siguiente manera:
- El 38% corresponde al trabajo que apareció un año antes en la Revista de Psicología de la PUCP.
- El 6% corresponde a fuente de la Internet (ResearchGate).
- El 5% a la Revista Colombiana de Psicología de 2013.
Al hacer lo propio con los trabajos que aparecieron en la Revista de Psicología de la PUCP y en la Revista Colombiana de Psicología (Gaxiola, González y Gaxiola, 2013), el informe de “originalidad” arrojó el 38% de “similitud”, distribuido de la siguiente manera:
- El 30% corresponde a trabajo que apareció un año antes en la Revista de Psicología de la PUPC.
- El 5% a fuente de la Internet (en RedAlyc).
- El 3% a fuente de la Internet (journals.fcla.edu).
El lector seguramente entenderá que estamos haciendo mención de porcentajes elevados, del 48 y 38%, sobre los cuales Gaxiola no comentó absolutamente nada en su supuesta réplica. Pero, además nos parece oportuno añadir que esa no ha sido la única ocasión en que aquél y sus colaboradores han incurrido en la práctica del auto-plagio. Le pedimos al lector que confirme nuestras afirmaciones con la lectura del contenido de la Tabla 1, que incluye dos capítulos publicados por Gaxiola en colaboración con Martha Frías Armenta,[3] el primero en un libro editado por la propia Universidad de Sonora y el segundo incluido en las Memoria en Extenso de la Asociación Mexicana de Psicología Social (AMEPSO), ambos de 2010. Nótese que se tratan en la mayoría de los casos de los mismos párrafos, del mismo objetivo, de la misma muestra, de los mismos análisis estadísticos, de los mismos resultados y de prácticamente las mismas conclusiones. Segunda pregunta elemental: ¿no constituye ello un auto-plagio?
TABLA 1
A propósito de los auto-plagios, nos permitimos citar en extenso un párrafo de Koepsell y Ruiz de Chávez, obra que fue coeditada conjuntamente por la Comisión Nacional de Bioética en México (CONBIOÉTICA) y el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT):
Hay otra forma de plagio que también es dañina para la ciencia: el llamado auto-plagio. Esto es el acto de tomar las propias palabras de publicaciones anteriores y volver a publicarlas en otra obra sin referir correctamente su origen. Aunque no se tomen créditos por las expresiones de otros, en el auto-plagio los riesgos y los daños a la ciencia todavía están presentes. El motivo detrás de esta práctica yace claramente en las expectativas institucionales y recompensas asociadas con el número y el impacto de las publicaciones, así como el índice h, que ayuda a medir el impacto de un científico en un campo (Koepsell y Ruiz de Chávez, 2015; p. 60).
Prosiguiendo, no sólo estamos ante dos ejemplos claros de auto-plagios, sino que también nos parece extraño que Gaxiola haya practicado otra No-R en su supuesta réplica, al pasar por alto una valiosa oportunidad de desmentir sí o no había fabricado y/o falsificado deliberadamente los datos en dos de los tres trabajos analizados por Piña (2017), cuando aseguró que… además de que se presentan resultados diferentes de una misma investigación, no se comprueba ninguna alteración o vicio en el desarrollo de los textos. Por supuesto que Gaxiola falta a la verdad, ya que al analizar los contenidos de los datos incluidos en dos pares de Figuras que aparecen en las Revistas de Psicología de la PUPC (Reporte de investigación 1) e Interamericana de Psicología (Reporte de investigación 3), al comparar a dos grupos de estudiantes (no resilientes vs. los resilientes) concluimos que era inadmisible que en varios de los indicadores de bondad del ajuste (x2, grados de libertad, p, BBNFI, BBNNFI, CFI y RMSEA) los resultados fuesen en algunos casos los mismos y en otros presentaran diferencias más acusadas; todavía más inadmisible fue que los pesos factoriales fuesen en algunos casos iguales y en otros presentaran ligeras variaciones de -.3 ó de .3.
Con el objeto de que se pueda entender mejor sobre esto último, si los tres trabajos analizados contemplaron a la misma muestra (N = 120 estudiantes de bachillerato), si en los dos que incluyeron las figuras referidas (Revistas de Psicología de la PUPC e Interamericana de Psicología) se plantearon los mismos objetivos, si se reportó el uso de los mismos instrumentos y, además, si se corrieron los mismos análisis estadísticos, la pregunta más elemental que podemos plantear es la siguiente: ¿cómo alguien puede reportar valores iguales o con variaciones con la misma muestra y los mismos análisis estadísticos, si no es que se alteró o vició el desarrollo del texto? (Tabla 2):
TABLA 2
Luego entonces, ¿cómo es que los grupos de estudiantes no-resilientes obtuvieron los mismos indicadores de bondad del ajuste, pero no los del grupo de estudiantes resilientes? ¿Cómo explica Gaxiola que los primeros indicadores fueron iguales y luego distintos, si eran los mismos estudiantes, se planteó el mismo objetivo (y por tanto, las posibles relaciones entre factores), se usaron los mismos instrumentos y se corrieron los mismos análisis estadísticos? Y qué decir de los valores de los pesos factoriales, poniéndose de manifiesto cómo es que se fabricaron y/o falsificaron los datos deliberadamente, lo que se confirma con los valores incluidos de -.25 en el grupo “resiliente” en el Reporte 3, a pesar de que las relaciones de resiliencia con metas educativas y de estas con rendimiento se mantuvieron inalterados en los dos grupos de estudiantes. Sobre esta segunda parte de nuestro análisis en el trabajo de Piña (2017), Gaxiola tampoco replicó o desmintió nada y, por consiguiente, siguió practicando la No-R.
Citaremos, a propósito del manejo espurio de los datos, a Koepsell y Ruiz de Chávez:
En ocasiones, al desarrollar una hipótesis o teoría, los científicos no logran desprenderse de sus propios intereses y pueden pasar por alto algunos datos o incluso adecuarlos de tal forma que se ajusten mejor a su visión de cómo el experimento debe resultar; en el peor de los casos pueden manipular o tergiversar los datos de forma consciente para tratar de engañar al resto de la comunidad científica por las razones que sean (Koepsell y Ruiz de Chávez, 2015; p. 32).
6. Para finalizar, y retomando nuevamente el Código de Ética del Psicólogo (Sociedad Mexicana de Psicología, 2007), no se ofrece ningún comentario respecto a la violación de la ética por el uso de la base de datos en diferentes productos de investigación.
Una interpretación a modo del contenido de dicho artículo, no tenemos la menor duda. Ciertamente, no se señala nada sobre el respecto, aun cuando podría ser considerada como una conducta éticamente inaceptable (Aluja y Birke, 2004), lo que llamamos la “sobre-explotación de la muestra” (Piña, en revisión). En efecto, como se verá, hay 20 ó más productos de investigación reportados con cinco muestras distintas: de N = 300 madres de familia[5] se contabilizan 3 (dos artículos en revista y un libro); de N = 120 estudiantes de bachillerato (incluidos los tres reportes analizados por nosotros en 2017) se contabilizan 4 productos; de N = 240 estudiantes de bachillerato se contabilizan 2; de N = 182 madres de familia se contabilizan 7 (incluidos los dos capítulos auto-plagiados, referidos en la Tabla 1); finalmente, y a la espera de que aparezcan otras más, de N = 254 madres de familia se contabilizan 7. El lector, quien no es para nada ingenuo como nos deja entrever Gaxiola, sabe que la “sobre-explotación de la muestra” sólo se puede dar cuando se plantean objetivos iguales o muy parecidos, matizados con ciertas frases por aquí o por allá, y sobre todo, cuando de manera conveniente (demasiado conveniente, diríamos) se analizan unas variables y luego otras.
Para demostrar nuestras afirmaciones, le pedimos al lector que por favor revise minuciosamente el contenido de los objetivos de varios de los productos de investigación de Gaxiola y colaboradores, que aparecen en la Tabla 3.
TABLA 3
Retomando el contenido de los puntos 4 (A lo largo de la presente réplica se presentarán ejemplos de investigaciones que derivan de manera natural diferentes productos de investigación empleando el uso de la misma base de datos) y 5 (no se ofrece ningún comentario respecto a la violación de la ética por el uso de la base de datos en diferentes productos de investigación) planteados por Gaxiola, y aceptando sin conceder la interpretación a modo que hace de uno de los artículos del Código de Ética del Psicólogo, usar cinco muestras presumiblemente distintas y generar más de 20 productos de investigación, que se basan en los mismos o en objetivos bastante similares, incluyendo ciertos factores en unas y eliminándolos en otras, sólo evidencia que la “sobre-explotación de la muestra” ha sido una práctica recurrente en aquél y sus colaboradores. Por cierto, una cosa es re-evaluar el resultado de una investigación para los fines de comprobar o refutar los hallazgos, y otra muy distinta es que de una investigación, como por ejemplo, la Tesis Doctoral de Gaxiola (defendida en 2007 con la dirección de Martha Frías Armenta), se tengan al día de hoy registrados siete productos supuestamente diferentes (le recuerdo al lector que los dos capítulos descritos en la Tabla 1 forman parte de esta serie de trabajos publicados con la muestra de 182 madres de familia). Sobre el respecto Gaxiola no hizo pronunciamiento alguno en su supuesta réplica; otro ejemplo más de la No-R. Revísese, por favor, el contenido del punto 6.
7. En el artículo 58 del citado código se indica: “El psicólogo no publica como datos originales, aquellos que ya hayan publicado previamente. Esto no impide republicar datos cuando vayan acompañados del reconocimiento o permiso apropiado” (p. 63). Aquí no se aclara si por “datos” se incluyen también las características de la muestra y de los instrumentos, porque, si es así, ninguno de los ejemplos expuestos en la sección anterior, donde se amplifica el uso de los mismos resultados en diferentes productos, sería ético o, en otras palabras, corrupción académica, tal y como afirma Piña (2017) […] El problema que se presenta y que puede dar lugar a suspicacias de los críticos es que en ocasiones no es posible especificar de dónde provienen los datos de la muestra y los instrumentos empleados cuando las fuentes aún no se encuentran publicadas, sobre todo al momento en que se someten a distintas revistas dos o más trabajos con distintos resultados de la misma muestra. Es importante aclarar que, en ocasiones, no es posible referir que los datos se usaron en diferentes productos académicos porque las revisiones de los artículos en diversas revistas se llevan a cabo de manera paralela y, como ocasionalmente sucede, no todos los productos son aceptados con el tiempo suficiente para aclarar cuál fue el primer reporte de investigación procedente de los datos reportados (Gaxiola, 2018; p. 112).
Gaxiola falta de nuevo a la verdad, porque basta y sobra que el lector contabilice los casos en que se ha incurrido en auto-plagios, en la fabricación y/o falsificación de los datos, así como en su presentación por partida doble. Por cierto, lo interesante es que en ningún lugar de los trabajos publicados por aquél y sus colaboradores, se… acompaña el reconocimiento o permiso apropiado correspondiente. Es decir, en ninguno de los productos hacen mención de algo que cualquier investigador se obliga a hacer: el presente trabajo constituye la versión extensa de una presentada en tal o cual evento; o esta otra: el presente trabajo deriva de la Tesis Doctoral del primer autor, dirigida por el segundo autor. Extraño que Gaxiola haga uso de un artículo del Código de Ética del Psicólogo, el cual por supuesto que viola flagrantemente.
Pero, lo que resulta todavía más interesante de la cita textual previa, es el contenido de la parte final: Es importante aclarar que, en ocasiones, no es posible referir que los datos se usaron en diferentes productos académicos porque las revisiones de los artículos en diversas revistas se llevan a cabo de manera paralela y, como ocasionalmente sucede, no todos los productos son aceptados con el tiempo suficiente para aclarar cuál fue el primer reporte de investigación procedente de los datos reportados. Es decir, resulta que un investigador en ocasiones —sólo en algunas— no sabe de dónde se obtuvieron los datos de la muestra y de los instrumentos que ha usado; bastante extraño de alguien quien, junto con sus colaboradores, ha usado cinco muestras distintas y llevan 20 ó más productos de investigación reportados. Le demostraremos a Gaxiola por qué falta a la verdad de nueva cuenta. El lector constatará, revisando el contenido de la Tabla 4, que entre la aceptación del reporte 1 (25 de octubre de 2011 en la Revista de Psicología de la PUPC) y el envío del reporte 3 (17 de abril de 2012 en la Revista Interamericana de Psicología) pasaron más de 180 días. Si los reportes 1 y 3, analizados por Piña en 2017, representan dos claros ejemplos de párrafos auto-plagiados y de fabricación y/o falsificación deliberada de los datos (recuerde el lector el contenido de la Tabla 3), ¿cómo explica entonces Gaxiola que aceptado el Reporte 1 el 25 de octubre de 2011 y recibido el tercero el 17 de abril de 2012 no pudo haber tenido tiempo suficiente para aclarar cuál fue el primer reporte de investigación procedente de los datos reportados? Una extraña y no menos curiosa respuesta, por decir lo menos.
TABLA 4
Y con relación a la sui generis justificación que hace sobre el uso de instrumentos en la cita textual anterior (Número 6), con motivo del artículo de Piña (2018), en el que realizamos una exhaustiva revisión de 17 trabajos publicados (en revistas arbitradas, Memorias en Extenso, capítulos en libros o libros) por Gaxiola y colaboradores, demostramos de manera fehaciente que en 15 de los 17 reportaron el uso de diferentes instrumentos de medida (nombrados indistintamente como escalas, inventarios o cuestionarios, en varios trabajos inclusive usando de manera intercambiable los términos), sin que se haya encontrado la evidencia tangible y por escrito, tal y como marcan los cánones en la materia, de los artículos de validación correspondientes de todos y cada uno de los instrumentos de medida usados. Claro está que cuando se reportan datos o se hacen menciones de contenidos en citas, instrumentos y resultados de investigaciones de manera no ética, lo que se comprueba es que justamente se está alterando o viciando el desarrollo de los textos.
Por ejemplo, junto con la fabricación y/o falsificación deliberada de los datos, así como su uso repetido en pares de investigaciones, en la Tesis Doctoral de 2007 defendida por Gaxiola, que se publicó como libro siete años después por Gaxiola, Frías y Corral (2014), nos podemos encontrar la alteración o vicio en el desarrollo de los textos, en el uso no ético de datos y referencias, aparentando por consiguiente que el libro de 2014 derivó de un estudio original y que contenía datos, cifras, referencias y demás, todos supuestamente originales (Tabla 5).
TABLA 5
Entre la Tesis Doctoral de 2007 y el libro de 2014, lo único diferente fue que en este se incluyó un prólogo (p. 11), que consta de una página y unos pocos párrafos, con algunas ligeras modificaciones otros párrafos a lo largo del libro (los que hay, seguro fueron debido al proceso editorial). Asegurar, asimismo, que en el libro aparecen actualizaciones de antecedentes y/o conclusiones derivadas de hallazgos nuevos, es faltar a la verdad, pues el lector puede confirmar justo lo contrario con la lectura de más de una veintena de párrafos seleccionados de los diferentes apartados, donde el contenido es igual. Adicionalmente, considerando el contenido de la Tesis Doctoral y del libro, por supuesto que la diferencia de siete años entre una y el otro, es natural que los datos, tanto los que corresponden a la muestra, sus características socio-demográficas, los derivados de los análisis estadísticos… pierden vigencia a los siete años; de otra suerte, ¿entonces, lo psicológico y social se mantienen invariantes a lo largo del tiempo y entre situaciones?
Nos permitimos citar de nuevo a Koepsell y Ruiz de Chávez, sobre el manejo de las fuentes y citas:
Un registro claro de datos no es una cuestión de cortesía o de reconocimiento al trabajo de otros, sino que es un medio para comprobar y refinar las hipótesis y teorías sobre la base de las observaciones realizadas en el pasado. Omitir este registro hace un flaco favor a la comunidad científica y entra en conflicto con el ethos de la ciencia. El avance de la ciencia depende de la interacción de una comunidad, por ello es importante que se faciliten las fuentes y se contabilicen con exactitud los medios, el lugar y la hora de cada estudio (Koepsell y Ruiz de Chávez, 2015; p. 34).
Por tanto, si Gaxiola pretende hacer pasar un libro como un producto novedoso —que se insiste, derivó y es la calca de la Tesis Doctoral—, sería interesante que aclarara públicamente por qué en los apartados de introducción, en los primeros párrafos de la Tesis Doctoral y del libro se cambió la referencia: en la primera aparece la OMS y en el segundo una de la Secretaría de Salud. ¿No es acaso ello un ejemplo conspicuo de alterar o viciar el desarrollo de los textos? Lo mismo se aplicaría en el caso de la cita del INEGI y los datos que la amparan en el apartado de participantes, pues en la Tesis Doctoral la cita corresponde a datos de 2000 (INEGI, 2001) y en el libro a datos de 2010 (INEGI, 2010). ¿Cómo puede ser posible ello si se trató de la misma muestra? ¿O sea, cómo se explica que en 2000 había en el estado de Sonora 2.6 hijos por familia y, siendo la misma muestra, para el año 2010 ya se había reducido el promedio a 2.3 hijos por familia? Por supuesto que se alteró y vició el desarrollo de los textos, aun cuando Gaxiola pretenda hacer ver al lector lo contrario. Cualquier investigador sabe perfectamente y, digamos que es una suerte de convención, que un recién titulado de Maestría o Doctorado publique una versión de su tesis teniendo como coautor a su director(a) de tesis, como por ejemplo en Castro, Matamoros-Tapia, Mijangos, Nava-Guerrero y Sánchez-Sosa (2012; p. 78), donde se especificó lo siguiente: Una versión parcial y preliminar del estudio constituyó la tesis doctoral del primer autor bajo la dirección del último.
Adicionalmente, entre la Tesis Doctoral y el libro de marras hay otro asunto que por ningún motivo puede ser pasado por alto: el de la coautoría. En efecto, si alguien es autor de una Tesis Doctoral, la escribe, la defiende y con ella obtiene un grado académico “x”, está claro que, en caso de que posteriormente se publique como libro, quien la escribió y defendió debería ser el único autor; nada justifica que en este caso, la directora de la tesis (Martha Frías Armenta) y otra persona (Víctor Corral Verdugo), figuren como coautores de la tesis convertida en libro al paso de siete años. Aquí es oportuno citar de nuevo a Koepsell y Ruiz de Chávez, a propósito del asunto de la autoría:
El primer deber de la publicación científica es la verdad. Como ya se mencionó anteriormente, la ciencia opera en parte bajo el supuesto de una forma de realismo en el que creemos que en la naturaleza subyacen leyes cognoscibles, consistentes y universales, y que el objeto de la ciencia es mejorar la comprensión del funcionamiento de la naturaleza […] Un artículo científico implica no sólo al autor, sino también co-autores, compañeros de investigación, organismos de financiación, instituciones que albergan el estudio, así como a la comunidad científica y al público en general. Dada la red de interlocutores, es natural que las diversas funciones se hayan vuelto cada vez más complicadas y no sorprende que una serie de malos actos que se han hecho públicos, así como perjuicios a la ciencia, sean el resultado de no considerar y cumplir con los deberes de la autoría (Koepsell y Ruiz de Chávez, 2015; pp. 47-48).
Ocupar una posición de autoridad no es suficiente. Simplemente quien estar a cargo de quienes escriben un documento es insuficiente para justificar una autoría, a pesar de los lineamientos institucionales o prácticas disciplinarias; debe haber una contribución intelectual al trabajo. La simple lectura de un documento también es insuficiente; cada autor debe, cuando menos, leer el trabajo que se le atribuye: los correctores y los editores no son autores […] (Koepsell y Ruiz de Chávez, 2015; pp. 52-53).
¿Quién escribió y defendió la Tesis Doctoral? Si hay un único autor y a la vuelta de siete largos años aparece la tesis en la forma de libro, incluyendo a dos co-autores, que no aportaron nada adicional a este, tal y como ha quedado comprobado con el extenso contenido de la Tabla 5 (donde, se insiste, no sólo es prácticamente lo mismo que en la tesis, con alteraciones y vicios de fuentes y citas), ¿qué justifica entonces la coautoría tanto de Martha Frías Armenta y Víctor Corral Verdugo en el libro publicado extemporáneamente?
Además, es incorrecto como asegura Gaxiola en el punto 6, que en ocasiones —le recordamos al lector, que sólo en algunas— no es posible dar cuenta de la fuente, en particular cuando todavía no se publica el trabajo que los contenga. Falta a la verdad, puesto que en ese último artículo publicado por nosotros (Piña, 2018), fue moneda corriente que él y sus colaboradores se apoyaran en las siguientes leyendas (resaltadas con negritas y en cursivas), para lo cual me referiré al mismo instrumento, usado en diferentes reportes de investigación que incluyeron a la misma muestra:
1. Bienestar psicológico. Reportado en investigaciones cuya muestra fue de 254 madres de familia, de las cuales se mencionan algunas por año de aparición: Gaxiola, Gaxiola, González y Valenzuela (2014; p. 558), Gaxiola, Gaxiola, Valenzuela y Aranda (2014; p. 979), Gaxiola (2016; p. 52), Gaxiola, Millanes y Aranda (2017; p. 29). En estos y otros reportes más se afirma que se trató de un inventario de 12 ítems desarrollado para el estudio. En todos se afirmó que en el estudio piloto se obtuvo un alfa de 0.88. Es decir, no logramos comprender cómo es que el Dr. Gaxiola Romero, quien supuestamente argumentó que se podía hacer uso de la misma muestra para presentar diferentes productos si contenían objetivos diferentes (recuerde el lector el contenido de la Tabla 5), señale que entre 2014 y 2017, para cada uno de los estudios se desarrolló un inventario conformado por 12 ítems. O sea, ¿desarrolló un inventario para medir bienestar psicológico en cada uno de los siete productos que se han contabilizado con la muestra de 254 madres de familia? La verdad, dicha sea de paso, no entendemos. Adicionalmente, nos parece por demás necesario y oportuno hacer de dominio público lo siguiente, de algo que ya se mencionó una parte como nota extensa al pie de página en el artículo de Piña (2018):
Revisando otros trabajos publicados por varios de los colaboradores de Gaxiola Romero, encontramos que en uno de ellos, coautoría de González y Rivera (2016; p. 39), que es el capítulo 2 de un libro coordinado justo por Gaxiola y Palomares, se lee que: Escala de Bienestar Psicológico. El bienestar psicológico se evaluó con 12 ítems que fueron desarrollados por Gaxiola, Gaxiola, González y Valenzuela (2014), que se basan en el inventario de Ryff (1989), y por lo tanto, sus reactivos evalúan las áreas de autonomía, relaciones positivas, propósitos de vida, autoaceptación, dominio del entorno y crecimiento personal. Esta referencia es de un trabajo que se presentó ese mismo año, como ponencia, en el Congreso Mexicano de Psicología, organizado por la Sociedad Mexicana de Psicología. En la búsqueda de la memoria en extenso, disponible en la Internet[7], en las páginas 557 a la 559 aparece la ponencia de marras, sólo que con la siguiente salvedad, a saber, que en la página 558 se lee: El bienestar psicológico fue medido con un inventario desarrollado para el estudio, basado en el inventario Ryff (1989), donde se incluyeron preguntas sobre autonomía, relaciones positivas, propósito en la vida, autoaceptación, dominio del entorno y crecimiento personal… Por tanto, nótese que la “fuente” a la que hacen mención González y Rivera no incluyó una escala desarrollada por los cuatro autores, quienes simplemente se limitaron a decir que fue un “inventario desarrollado para el estudio”. Finalmente, en la página 41, en la Tabla 3, González y Rivera señalan que el alfa de la escala fue de 0.88.
El problema, es que en el mismo libro, pero en su capítulo 3, Aranda y Frías (2016; p. 71) mencionan que utilizaron una escala de bienestar personal, desarrollada por González y Gaxiola (s.f), que consta de 11 ítems cuyo valor del alfa de Chronbach en la prueba piloto fue de 0.88. Nótese que en cualquier caso, esto es, sean 11 ó 12 preguntas, el valor del alfa para la escala o inventario fue el mismo, de 0.88, con la salvedad de que los autores de ambos capítulos refieren una fuente distinta: en el primero de los casos se trató de una ponencia presentada en un Congreso Nacional de Psicología, en tanto que la segunda es sin fecha e incluye a dos de los cuatro autores que participaron en esa ponencia. Por consiguiente, si el lector toma nota de lo escrito en el resumen, en ningún momento se llevó a cabo ningún análisis de validación de la escala de Bienestar Psicológico, utilizando los autores la expresión a la que se ha recurrido una y otra vez, es decir, “en un estudio piloto…”
Finalmente, ¿cuál escala o inventario, supuestamente “validado”, se debe tomar como referencia? ¿La que se asegura se elaboró para cada uno de los siete estudios que incluyeron a la misma muestra de N = 254 madres de familia? ¿La de Gaxiola, Gaxiola, González y Valenzuela (2014)? ¿O la de González y Gaxiola (s.f.)? Pero, no se puede omitir el hecho de que dos de los cuatro colaboradores de la ponencia presentada en 2014 aparecen como coautores de una ponencia registrada en el Libro de Resúmenes del Congreso Euro-Latinoamericano de Intervención en Justicia Juvenil, que se celebró en Almería, España, en 2015; en dicho Libro de Resúmenes, en la página 18, se encuentra la ponencia intitulada Construcción y Validación de una Escala de Bienestar Subjetivo, coautoría de Aranda, Frías, González, Valenzuela y Barrios (2015), en cuyo resumen se lee: Se aplicó la escala a 227 estudiantes de una escuela secundaria pública en Sonora, México. Posteriormente, se analizó la confiabilidad de la escala resultando un alfa de Cronbach >.60. Su validez de contenido fue por paneles de expertos y para la validez de constructo se utilizó el análisis factorial confirmatorio de segundo orden. Los resultados revelaron que el instrumento es confiable ya que tiene un alfa de .88; de igual manera, el análisis factorial confirmatorio indicó que el modelo propuesto de dos factores no se ajustaba a los por lo que se optó por dejar un factor […]
2. Estilos de crianza o adaptabilidad. Reportado originalmente en la Tesis Doctoral de Gaxiola y en investigaciones, cuya muestra fue de 182 madres de familia y de las cuales se mencionan algunas por año de aparición: Gaxiola (Tesis doctoral defendida en 2007; p. 83), Gaxiola y Frías (2007; p. 222), Gaxiola y Frías (2008; p. 21), Gaxiola y Frías (2012; p. 265), Gaxiola, Frías y Corral (2014; pp. 102-103). En estos y otros reportes más se afirmó que se trató de un inventario o escala que consta de 132 preguntas, elaborado(a) para la investigación por Gaxiola y Ribes (no publicado). ¿Se refiere al Dr. Emilio Ribes Iñesta, el prestigiado y reconocido investigador mexicano que labora en la Universidad Veracruzana? Todos en este país sabemos perfectamente que el Dr. Ribes Iñesta no se dedica a tareas relacionadas con la “elaboración” y “validación” de instrumentos de papel y lápiz, de manera tal que no fue coautor de la supuesta elaboración del inventario o escala de marras. Sólo que, nos permitimos añadir, que en nuestro trabajo publicado en 2018 (Piña, 2018) comentamos que a mediados de la pasada década, Gaxiola, Frías, Cuamba, Franco y Olivas (2016) adaptaron y validaron un inventario originalmente diseñado y validado en los Estados Unidos de Norteamérica por Robinson, Mandleco, Frost y Hart (1995), que constaba de 133 preguntas, el cual en el proceso de análisis y depuración estadísticas incluyó un total de 62 preguntas.[8] Esta misma cantidad fue la que sometieron a validación Gaxiola y colaboradores, que ha sido reportada en un estudio con 132 madres de familia por Gaxiola y Frías (2010c; pp. 110-111), así como en su versión de 11 preguntas (denominada como Escala de Estilos de Crianza Autoritativo) en otros estudios, como por ejemplo Gaxiola, Millanes y Aranda (2017; p. 28) y Gaxiola, Gaxiola y Frías (2017; p. 5). Sin embargo, es importante mencionar que el referido Estilo de Crianza Autoritativo, incluso en la versión validada por Gaxiola y colaboradores, consta de seis factores, a saber: envolvimiento (11 preguntas), razonamiento (7 preguntas), participación democrática (5 preguntas), relación amistosa (4 preguntas), falta de supervisión (6 preguntas) e ignorar el mal comportamiento (4 preguntas), que sumadas dan en total 37 preguntas, con el añadido de que estos dos últimos factores pertenecían al Estilo de Crianza Permisivo, que terminaron agrupándose en de Crianza Autoritativo. ¿Por qué hacemos mención de todo ello? Por la simple y sencilla razón de que no existe un Estilo de Crianza Autoritativo conformado por 11 preguntas, sino en todo caso un factor particular dentro de este, que a juzgar por una de las preguntas utilizadas (Le dice las cosas que hace bien), formarían parte del factor llamado envolvimiento.
- Algo sin duda digno de mención y merecedor de una amplia discusión, es lo siguiente, que hay que leer textualmente para que no se nos acuse de falsear la información o proferir infundíos y demás: Gaxiola (2016; p. 53): Los instrumentos que se encontraban en inglés fueron traducidos al español por expertos y se realizó un estudio piloto previo en una población similar a la del presente estudio. En éste los instrumentos obtuvieron valores de Alfa aceptables (> 0.60), y se les realizó análisis factorial confirmatorio para medir su validez de constructo. Si lo que afirma aquél es veraz y por supuesto comprobable, ¿en dónde están publicados todos los estudios de validación de cada uno de los instrumentos que ha reportado él solo o en conjunto con otros colaboradores? La lectura de nuestro artículo de 2018 revelará que esos estudios siguen siendo al día de hoy un enorme misterio. Pero, queremos reparar en un asunto que también revela la gravedad de las faltas a la verdad por parte de Gaxiola; a saber, que en esa publicación de 2016, resaltada con negritas, se hace mención del inventario intitulado bienestar psicológico, del que se dice fue desarrollado para la presente investigación. Si este inventario se basó en la propuesta de Ryff, ¿cómo se puede afirmar que se tradujo y validó, para luego escribir que fue desarrollado para el estudio en varias ocasiones, tal y como se puede constatar con lo escrito en párrafos previos?
Y respecto del manejo y reporte de fuentes y citas, citaremos de nuevo en extenso a Koepsell y Ruiz de Chávez:
En ocasiones, al desarrollar una hipótesis o teoría, los científicos no logran desprenderse de sus propios intereses y pueden pasar por alto algunos datos o incluso adecuarlos de tal forma que se ajusten mejor a su visión de cómo el experimento debe resultar; en el peor de los casos pueden manipular o tergiversar los datos de forma consciente para tratar de engañar al resto de la comunidad científica por las razones que sean (Koepsell y Ruiz de Chávez, 2015; p. 32).
¿Comentarios negativos? ¿Declaraciones engañosas? ¿Crítica destructiva? ¿Acusaciones directas? ¿Infundíos? ¿Cuestionamientos dolosos? ¿Pues qué parte de la enorme y sustentada evidencia presentada en 2017, 2018 y aquí no ven el Gaxiola y sus colaboradores? Nos parece, expuesto lo anterior, que a este bien podría aplicárseles la Ley de Puder, que a la letra dice:
Cualquier cosa que empieza bien, acaba mal.
Cualquier cosa que empieza mal, acaba peor.
(Bloch, 1992; p. 19).
Así los hechos, el recuento es el siguiente:
- Auto-plagios en múltiples párrafos, contenidos en varios artículos, Memorias en Extenso y libros.
- Fabricación y alteración deliberada de datos.
- Uso repetido de datos en pares de investigaciones, que también constituye un ejemplo de auto-plagio, en particular cuando nunca se hace mención de su uso previo en publicaciones con títulos distintos.
- Citación de referencias inexistentes sobre los instrumentos que presumiblemente fueron validados.
- Repetición de trabajos de investigación usando la misma muestra y con objetivos iguales o muy similares.
- Hasta incluir como coautor al Dr. Emilio Ribes Iñesta, quien, sin temor a equivocarnos, podemos afirmar que nunca colaboró en tal calidad y, muchos menos, supuestamente validando el instrumento de marras.
El recuento y los elementos descritos en Tablas, citas textuales, etcétera, están ahí y confiamos que el lector —quien por supuesto no es ingenuo como nos hace saber Gaxiola— constatará todo lo que antes y hasta aquí hemos afirmado, con datos duros y evidencia, tal y como marcan los cánones en la ciencia. Es tiempo de que las autoridades académicas y administrativas en la Universidad de Sonora, así como también los editores/directores de revistas y las propias del Sistema Nacional de Investigadores, pongan coto a la simulación y el engaño académico. Por lo demás, no se trata únicamente de Gaxiola, puesto que también han incurrido en conductas éticamente inaceptables y éticamente cuestionables (Aluja y Birke, 2004; Hirsch, 2012, 2016) varios Profesores-Investigadores y estudiantes de Licenciatura y Posgrado de la Universidad de Sonora.
Si no se atacan frontalmente todos los actos de simulación y engaño académico de Gaxiola y muchos de sus colaboradores, lo que se demostrará en los hechos es que se puede actuar impunemente y que tales actos inclusive seguirán siendo premiados con el paso de una categoría y nivel en la Universidad de Sonora, con Becas al Desempeño Académico, con promociones en el mismo Sistema Nacional de Investigadores y con la titulación de esos estudiantes bajo condiciones harto sospechosas, considerando su participación como coautores en muchos de los puntos contenidos en el recuento final.
En 2015, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, CONACYT, a través de quien fungía entonces como director General, Enrique Cabrero Mendoza, en la presentación del libro Ética de la investigación: Integridad científica, escribió lo siguiente:
Así, el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología junto con la Comisión Nacional de Bioética se honran en presentar esta guía para el quehacer científico, que será referente nacional en materia de ética e integridad científica. Esta obra es un reflejo del compromiso de ambas instituciones con el fortalecimiento de la práctica científica en México (Cabrero, 2015; p. 10).
¿Quién dará el primer paso? ¿El Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología? ¿La Universidad de Sonora? ¿Los editores/directores Generales de las Revistas?
[1] Profesor-Investigador de Tiempo Completo en el Programa Docente de Psicología de la Universidad de Sonora (UNISON), además de ser Profesor con Perfil Deseable PRODEP e Investigador Nacional nivel II.
[2] Sobre el respecto, le pedimos al lector que tenga presente esta última parte y la coteje con el contenido que se describe más adelante en la Tabla 5.
[3] Profesora-Investigadora de Tiempo Completo en el Programa Docente de Derecho de la Universidad de Sonora (UniSon), además de ser Profesor con Perfil Deseable PRODEP e Investigadora Nacional nivel III.
[5] El primer artículo fue publicado por Frías, Rodríguez y Gaxiola (2003), posteriormente en un artículo publicado en 2005 en la Revista Mexicana de Psicología por Gaxiola y Frías (2005; p. 363), en cuyo resumen se lee lo siguiente: El objetivo de la presente investigación es determinar los efectos a largo plazo del maltrato infantil. Se aplicó un cuestionario a 300 mujeres seleccionadas al azar según un muestro estratificado. La entrevista midió la historia de maltrato, los niveles de violencia hacia la pareja, los niveles de depresión y ansiedad, los problemas de salud, el consumo de alcohol y el estilo disciplinario violento con sus hijos. Cada uno de los constructos fueron especificados dentro de un modelo de ecuaciones estructurales. Los resultados indican que la historia de abuso tiene efectos a largo plazo en el funcionamiento físico y psicológico de las mujeres, lo cual repercute en el estilo disciplinario violento con sus hijos. Por su parte, el libro fue publicado en 2011 con el sello de la Editorial Académica Española (Gaxiola y Frías, 2011), en cuya contraportada (https://www.eae-publishing.com/catalog/details/store/es/book/978-3-8465-6788-3/consecuencias-a-largo-plazo-del-maltrato-infantil-en-madres-mexicanas) se lee lo siguiente: El objetivo del presente estudio fue determinar las consecuencias del maltrato infantil en la edad adulta de madres mexicanas. Se aplicó un cuestionario a 300 mujeres que fueron seleccionadas al azar de la ciudad de Hermosillo, Sonora. Las preguntas del cuestionario midieron la historia de maltrato, los niveles de violencia hacia la pareja, los niveles de depresión y ansiedad, los problemas de salud, el consumo de alcohol, y el abuso con sus propios hijos. Cada uno de los constructos señalados representaron factores que fueron especificados dentro de un modelo de ecuaciones estructurales donde fueron estimadas sus interrelaciones […] Los resultados indican que la historia de abuso predice a largo plazo el funcionamiento físico y psicológico de las mujeres, lo cual repercute en el estilo disciplinario violento con sus propios hijos. Con un sutil parafraseo, el título de las dos publicaciones es prácticamente el mismo, el objetivo es prácticamente el mismo, la muestra es la misma, los constructos e instrumentos fueron los mismos y, para concluir, los resultados descritos genéricamente fueron los mismos. ¿Es posible, entonces, que se trate de un auto-plagio más?
[6] Los resaltados con negritas son míos. Nótese que en ambos productos los párrafos son iguales, que se trató de la misma muestra y que los resultados son también los mismos.
[7] http://psicologia.mx/images/sampledata/XXII_CMP/MemoriaXXII.pdf.
[8] La escala original de Robinson et al. (1993), evalúa tres estilos de crianza parental: autoritativo (27 preguntas distribuidas en cuatro factores), autoritario (20 preguntas distribuidas en cuatro factores) y permisivo (15 preguntas distribuidas en tres factores), que sumadas dan como total 62 preguntas.
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Cómo citar:APA6 | Piña-López, J. A. (2019). Simulación y engaño académico: En respuesta a “Réplica a Julio A. Piña López […]” de José Concepción Gaxiola Romero. Revista Digital Internacional De Psicología Y Ciencia Social, 5(1), 113-146. https://doi.org/10.22402/j.rdipycs.unam.5.1.2019.211.113-146 |