Figura 1.
Traducción: Introducción al libro Construyendo el sujeto: orígenes históricos de la investigación psicológica
Traducción por: | Gilberto Pérez-Campos |
Autor: | Kurt Danziger |
Referencia bibliográfica | Danziger, K.. (1990) Constructing the Subject: Historical Origins of Psychological Research. Canada: Cambridge University Press. |
Referencia | Revista Digital Internacional de Psicología y Ciencia Social Vol. 2, Núm. 1, 2016. |
Justificación de la Traducción
Kurt Danziger es un psicólogo ampliamente reconocido por su labor de reconstrucción de la historia de la psicología. Desde principios de los años 70 empezó un trabajo de revisión de las fuentes primarias para entender las condiciones del establecimiento de la Psicología como disciplina científica, la historia de los métodos de investigación psicológica y la historia de algunos conceptos psicológicos fundamentales. Su trabajo en este ámbito se ha condensado, además de en diversos artículos, principalmente en tres libros: Constructing the subject (1990); Naming the mind (1997) y Marking the mind (2008). Desafortunadamente, ninguno de los libros está disponible en español, aunque varios artículos han sido traducidos por colegas argentinos y están disponibles en el sitio http://www.elseminario.com.ar/ La traducción que se presenta aquí es del capítulo 1 del libro Constructing the subject. Este texto ofrece una perspectiva de los orígenes de la investigación psicológica en el periodo fundacional de fines del siglo XIX, que no se enfoca, como los textos convencionales de historia de la psicología, en los detalles biográficos de los personajes y la síntesis de sus teorías, sino en los procesos socioculturales en juego en el establecimiento e institucionalización de la disciplina psicológica. En este sentido, constituye un modelo valioso de una manera de aproximarse a la comprensión de la historia de la disciplina que rompe con las visiones simplistas de avance lineal del conocimiento y de mera celebración de los autores y sus obras. En el contexto del cambio en el plan de estudios de la carrera de Psicología en la FES Iztacala, puede ser una apoyo significativo en la formación de los estudiantes en los primeros semestres.
Gilberto Pérez-Campos
De lo que trata este libro
¿Qué constituye exactamente a un campo como el de la psicología científica? ¿Está constituido por sus colaboradores más innovadores e influyentes; por los hallazgos científicos que ha producido; por las teorías que ha elaborado; por sus conceptos, técnicas o asociaciones profesionales?
Obviamente, todo esto y más entra en la construcción de un campo, pero la mayoría de nosotros probablemente vería que algunos de estos componentes juegan un papel más esencial que otros. Incluso si rechazamos comprometernos explícitamente, es probable que insinuáramos que ciertos componentes definen el campo más eficazmente que otros por la forma en que organizamos nuestro conocimiento. Por ejemplo, en la presentación sistemática de la información derivada del campo de la psicología o de una de sus partes, la manera más común de organizar el material es en términos de los colaboradores prominentes, los hallazgos importantes o las teorías influyentes. Un mensaje tal vez no intencionado de tales comunicaciones es que la psicología es sus teorías, es sus hallazgos o es sus colaboradores individuales.
La forma en que organizamos un campo determinará la manera en que organizarnos su historia. Si vemos el campo de la psicología esencialmente como un conglomerado de colaboradores individuales, es probable que tratemos la historia de la materia en términos de una sucesión de figuras prominentes. Si la psicología es sus teorías o sus hallazgos, entonces su historia se convertirá en una historia de teorías psicológicas o de hallazgos psicológicos. Nuestra organización de la historia del campo también servirá como una justificación sutil de la manera como hemos caracterizado el campo en el presente.
A la mayoría de los psicólogos se les ha enseñado a caracterizar su propia actividad científica en términos de un marco de referencia derivado de la ciencia física del siglo XIX. Se ven a sí mismos como investigadores individuales que buscan acumular hechos acerca de algún aspecto de la naturaleza mediante el uso de hipótesis y técnicas apropiadas. Cuando describen el desarrollo histórico de su campo, son propensos a hacerlo en los mismos términos, representándolo como una sucesión de colaboradores individuales que acumularon “hallazgos” con base en hipótesis progresivamente refinadas y una instrumentación cada vez más sofisticada. Por supuesto, la triste verdad algunas veces obliga a una divergencia de este marco de referencia, pero el marco continúa operando a pesar de todo.
Para ponerlo de modo simple, este libro es sobre algunos elementos cruciales que faltan en este marco de referencia, Lo que falta es el reconocimiento de la naturaleza construida socialmente del conocimiento psicológico. El punto de vista heredado está basado en un modelo de ciencia que recuerda el cuento de La Bella Durmiente: Los objetos con los que trata la ciencia psicológica están presentes y plenamente formados en la naturaleza, y todo lo que tiene que hacer el príncipe-investigador es hallarlos y despertarlos con el beso mágico de su investigación. Pero, en realidad, la psicología científica no comercia con objetos naturales. Trata con puntajes de pruebas, escalas de calificaciones, distribuciones de respuestas. listas seriales e innumerables otros artículos que el investigador no encuentra, sino que construye con gran cuidado. Cualesquiera conjeturas que se hagan acerca del mundo natural, están totalmente restringidas por este mundo de artefactos (1) . Lo mismo es cierto respecto de las fuentes humanas inmediatas de la información del psicólogo. La interacción del psicólogo con dichas fuentes tiene lugar dentro de un sistema social de roles bien regulado, y roles tales como el de sujeto experimental o el de cliente en terapia son el resultado directo de la intervención del psicólogo.
Al hablar de un campo como la psicología científica estamos hablando acerca de un dominio de construcciones. Las frases en sus libros de texto, las tablas y figuras en sus reportes de investigación, la actividad pautada en sus laboratorios, son antes que nada productos de la construcción humana, sean lo que sean también adicionalmente. Aunque esto parece bastante obvio, por lo general ciertas implicaciones se evaden. Si el mundo de la psicología científica es un mundo construido, entonces la clave para entender su desarrollo histórico parecería hallarse en aquellas actividades constructivas que lo produjeron. Pero esta idea no ha guiado muchos estudios históricos. En el pasado, los efectos de un empirismo ingenuo pueden haber asignado un papel esencialmente pasivo a los investigadores, como si simplemente tuvieran que observar o registrar lo que ocurría fuera de ellos. Pero esta ya no es una posición popular.
En tiempos más recientes, el bien conocido contraste entre “contexto de descubrimiento” y “contexto de justificación” dio expresión a una tendencia generalizada a relegar el componente subjetivo necesario en la actividad científica a un submundo misterioso que no era susceptible de análisis lógico (2). Así se desarrolló una extraña dualidad en la historiografía de campos como la psicología, donde un tipo de análisis histórico se restringiría a la sucesión lógica de las hipótesis y la evidencia, mientras que el segundo tipo de análisis describiría las vidas personales de aquellos individuos que fueron los autores de las hipótesis y los productores de la evidencia. Mientras la primera clase de análisis implicaba que el progreso científico era un asunto gobernado por consideraciones puramente racionales, la segunda recogía el componente irracional y lo ubicaba en los caprichos personales y los eventos accidentales que caracterizaban las vidas de los colaboradores históricamente importantes. Las dos aproximaciones fueron el producto de un consenso tácito sobre la división fundamental entre dos componentes de la actividad científica: un componente racional transindividual, de importancia fundamental en el contexto de justificación; y un componente individual irracional, importante en el contexto de descubrimiento.
Lo que falta en esta explicación es valoración de la naturaleza fundamentalmente social de la actividad científica (3). Lo que une a los colaboradores individuales no es simplemente su posesión común de las mismas facultades lógicas y su confrontación común de la misma naturaleza externa. Sus vínculos sociales son mucho más complejos que eso. Están relacionados por lazos de lealtad, poder y conflicto. Comparten intereses así como facultades lógicas, y ocupan posiciones en las estructuras sociales más amplias. En este mundo social de la ciencia, la distinción tajante entre componentes racionales e irracionales se desmorona. El problema fundamental de la investigación no es si el investigador solitario puede verificar sus hipótesis en la privacidad de su laboratorio, sino si puede establecer su contribución como parte del canon del conocimiento científico en su campo (4). En otras palabras, el problema es de consenso, y el consenso no es íntegramente cuestión de lógica. Implica acuerdos previos acerca de qué va a contar como evidencia admisible y compromisos compartidos con ciertas metas. Implica intereses establecidos y sesgos no examinados.
Una vez que reconocemos la naturaleza esencialmente social de la actividad científica, estamos obligados a ver tanto el “contexto de descubrimiento” como el “contexto de justificación” bajo una nueva luz. El contexto de descubrimiento es de hecho un contexto de construcción, de teorías, de instrumentos y también de evidencia. Porque los datos que aparecen en las páginas de las revistas psicológicas no son menos producto de la ingenuidad constructiva de sus autores de lo que son los instrumentos y las hipótesis teóricas; no son hechos crudos de la naturaleza sino artefactos construidos en forma elaborada (5). Sin embargo, estos artefactos están construidos de acuerdo a esquemas racionales explícitos aceptados dentro de una cierta comunidad de investigadores (6). Esta es la razón de que haya una real historia de la práctica de investigación psicológica, que no es ni una serie de narraciones sobre los psicólogos famosos ni una enumeración de sus “hallazgos” sucesivos. Esta historia implica los cambios que han tenido lugar en los esquemas constructivos que los psicólogos han utilizado en la producción de aquellos objetos que forman el contenido aceptado de su disciplina.
Pero, ¿qué se da a entender por estos “esquemas constructivos”? En primer lugar, tales esquemas no son sólo marcos de referencia cognoscitivos para las interpretaciones de los datos empíricos sino que implican reglas prácticas para la producción de tales datos. Es cierto que los conceptos generales y las teorías también funcionan como esquemas constructivos que dan un significado particular a los objetos con los que trata la disciplina. Pero tales esquemas interpretativos se hallan en las psicologías puramente especulativas lo mismo que en la psicología empírica. La psicología sufrió un cambio fundamental hacia fines del siglo diecinueve cuando sus practicantes llegaron a comprometerse en forma decisiva con métodos prácticos específicos de producción de los datos. La aplicación de estos métodos se convirtió en la característica especial del campo y lo distinguió de la psicología cotidiana así como de sus propios antecesores intelectuales (7). Por medio del uso de estos métodos prácticos, la psicología moderna creó un nuevo mundo de objetos psicológicos que definió cada vez más el campo y a los cuales se vieron forzados a acomodarse los desarrollos meramente teóricos.
Este énfasis en los esquemas constructivos prácticos no conduce, sin embargo, simplemente a una historia de los métodos psicológicos en el sentido convencional. La diferencia radica en la manera en que uno concibe el método. Convencionalmente, los métodos empíricos en psicología se conciben simplemente como instrumentos para el logro de ciertas metas técnicas. Así, sólo necesitan evaluarse en términos de una lógica de medios y fines, donde se considera que los fines existen independientemente de o previamente a los medios. Por ejemplo, podemos elegir la medición de cierta cualidad psicológica particular, como la inteligencia, como un fin, y luego trazar la efectividad de diversos instrumentos para lograr este fin. O podemos tomarlo como un fin del cual queremos evaluar la contribución simultánea de una cantidad de factores a sus efectos psicológicos y luego atribuir la popularidad creciente de ciertas técnicas estadísticas a su eficacia superior en el logro de esta meta preexistente. Se puede rastrear la historia de la metodología psicológica en términos de este marco de referencia puramente instrumentalista, pero no es eso lo que se intenta aquí.
El concepto de práctica investigativa es más amplio que el concepto de metodología. Como se le entiende convencionalmente, este último implica una abstracción de ciertos aspectos racionales y técnicos de la práctica investigativa de todos los otros aspectos. La práctica de los investigadores se trata como si consistiera sólo de operaciones lógicas y técnicas, ejecutadas por investigadores individuales independientes sobre trozos del mundo natural. Se deja fuera el hecho de que la práctica investigativa es una práctica social, en el sentido de que el investigador individual actúa dentro de un marco de referencia determinado por los consumidores potenciales de los productos de su investigación y por las tradiciones de práctica aceptable prevalecientes en el campo (8). Además, las metas y los intereses de conocimiento que guían esta práctica dependen del contexto social dentro del que trabajan los investigadores. Finalmente, en la investigación psicológica existe una consideración adicional importante: el investigador no es el único participante humano cuyas acciones son necesarias para que continúe la práctica de la investigación. A menos que el investigador trabaje con animales, también requiere la colaboración de fuentes humanas de datos sin cuya contribución no habría por supuesto nada que informar.
La noción de práctica investigativa implica entonces las dimensiones sociales de la actividad de investigación, lo mismo que sus dimensiones lógicas. Se reconoce que estas últimas están incrustadas en una matriz social que incluye factores como el patrón de relaciones sociales entre los investigadores y sus sujetos, las normas de práctica apropiada en la comunidad de investigación relevante, los tipos de intereses de conocimiento que prevalecen en diferentes tiempos y lugares, y las relaciones de la comunidad de investigación con el contexto social más amplio que la sustenta.
En tanto limitemos nuestra concepción de la práctica de investigación psicológica a sus aspectos puramente racionales, estaremos inclinados a pensar la historia de esa práctica únicamente en términos de progreso técnico. Las normas de buena práctica científica serán vistas como pertenecientes a un dominio transhistórico invariable donde reinan principios racionales eternos. Todo lo que se deja a la historia mundana es la narración de cómo los investigadores listos llegaron a aplicar estos principios eternos con una eficacia concreta cada vez mayor a corpus cada vez mayores de conocimientos. Sin embargo, si rehusamos realizar esta reducción racionalista, encontraremos que en la historia de la práctica de investigación psicológica, los cambios más importantes fueron cambios en los fines más que adelantos en los medios.
Aunque el racionalismo metodológico tiene partidarios fuera de la psicología, la doctrina ha jugado por mucho tiempo un papel particularmente importante para esta disciplina. En los campos más establecidos de la ciencia natural, donde los procedimientos deductivos elaborados son parte esencial del discurso teórico, la teoría tanto como el método se consideraron como el depósito de la razón científica. Pero en la psicología las construcciones teóricas rara vez han sido maravillas de sofisticación lógica y ha estado muy difundido el pesimismo acerca de la probabilidad de alcanzar consenso racional con base en la teoría. Se acepta en general que habrá controversia acerca de los fundamentos teóricos y que los factores personales, culturales e históricos juegan papeles importantes en la elaboración y aceptación de la teoría psicológica. Pero esta situación general difícilmente es compatible con los reclamos de la disciplina de objetividad en sus conocimientos sobre la conducta humana. Por lo tanto, en la psicología tales reclamos han dependido casi completamente de las virtudes racionales de su metodología. Fue sólo debido a los rasgos lógico-técnicos de su práctica investigativa que la psicología pudo dar alguna plausibilidad a sus reclamos de estatus científico.
La práctica investigativa constituye, por lo tanto, un área de ansiedad considerable dentro de la disciplina de la psicología (9). A menudo, la preocupación por cuestiones de ortodoxia metodológica toma el lugar de la preocupación sobre la ortodoxia teórica cuando se discuten o evalúan la investigación o sus resultados. Con frecuencia estas preocupaciones por la pureza del método degeneran en un tipo de fetichismo del método o “metodolatría” (10). Desde este punto de vista, puede haber algo claramente subversivo en la sugerencia de que la esfera de la metodología no es un dominio de la razón pura sino un área de actividad social humana gobernada por circunstancias mundanas, como cualquier otra actividad social. No obstante, las consecuencias de esta sugerencia deberían explorarse, porque no hacerlo expone a uno a todos los riesgos que acarrea un estilo ingenuo y de autoengaño de la práctica científica.
Una vez que restablecemos la abstracción de una metodología puramente racional al contexto más amplio de la práctica investigativa, se vuelve posible verla como el medio fundamental a través del que las fuerzas sociales han dado forma a la producción de los objetos de la psicología científica. Pero este patrón general sólo puede apreciarse plenamente cuando se estudia en su desarrollo histórico. Sin embargo, antes de que podamos emprender esta tarea necesitamos cierta aclaración de los aspectos sociológico e historiográfico del tópico.
La producción social de conocimiento científico
En años recientes se han vuelto un lugar común las referencias a la ciencia como una actividad social, y existe un campo en rápido crecimiento dedicado al estudio social de la ciencia. Mientras que la antigua sociología de la ciencia era más una sociología de los científicos y exentaba al contenido de la ciencia de su ámbito, los desarrollos más recientes en este campo han señalado en la dirección de una genuina sociología del conocimiento científico (11). En otras palabras, el conocimiento científico se ve cada vez más como un producto de ciertos procesos sociales bastante específicos, y muchos de sus rasgos se han estudiado en términos de su dependencia respecto de estos procesos. Con una pocas excepciones notables (12), el conocimiento psicoló- gico ha estado mayormente exento de este proceso. Esto puede deberse a la existencia de dos grandes cuerpos de opinión: Para uno la dependencia social del conocimiento psicológico es tan obvia como para estudiarla, mientras que para el otro el tema es tan amenazador para el estatus científico duramente ganado de la psicología como para tomarlo en serio. Sin embargo, el hecho es que las prácticas sociales de investigación de la psicología están tan amarradas con sus pretensiones de estatus científico como para ser ignoradas en ese contexto. Con todo, nuestra comprensión de la determinación social del conocimiento psicológico seguirá siendo más bien abstracta hasta que entendamos el papel mediador crucial que juega la práctica investigativa.
Puede ser útil pensar los contextos sociales de la práctica investigativa en términos de tres círculos concéntricos de diámetros diversos. (Fig. 1) El círculo interno representa la situación social inmediata en la que se genera la información que después se transformará en datos de investigación y conocimiento psicológico científico. El siguiente círculo representa la comunidad de investigación por medio de la cual deberá aceptarse el producto de la investigación si es que va a contar como conocimiento psicológico científico. El círculo externo representa el contexto social más amplio dentro del que está incrustada la comunidad de investigación – las fuentes de apoyo a la investigación, las instituciones profesionales, los consumidores externos potenciales de las habilidades y los productos del conocimiento, los representantes de disciplinas prestigiosas y así sucesivamente.
La imagen de círculos concéntricos quiere, por supuesto, representar la idea de que tanto la situación de investigación inmediata como la comunidad de investigación han de considerarse como incrustadas en relaciones sociales que se extienden más allá de ellas. De modo similar, una explicación verdaderamente abarcadora tendría que agregar círculos concéntricos adicionales a los tres discutidos aquí, para representar contextos culturales, políticos y económicos aún más amplios. Pero debido a que nuestro interés se circunscribe a la práctica investigativa, nos limitaremos a los tres círculos más internos, considerando a su vez algunas de las preguntas más importantes que surgen dentro de cada uno de ellos.
En el nivel más interno tenemos que tratar con lo que son esencialmente situaciones cara-a-cara. Antes de que pueda empezar el proceso total de producir material que cuente como conocimiento psicológico científico, algunos individuos tienen que reunirse para generar la información que forma el punto de partida para este proceso. Al unirse para este propósito, establecen ciertas situaciones sociales con un carácter singular – las situaciones de las pruebas mentales, la experimentación psicológica o la entrevista, por mencionar las más obvias. En el caso de las dos primeras, que son con mucho las más importantes en la psicología, la interacción social de los participantes está mediada en parte por diversos tipos de hardware y software, los materiales de las pruebas mentales y aparatos de laboratorio en particular. Esto ha permitido a los investigadores pasar por alto el carácter social de todas estas situaciones investigativas y pretender que sus sujetos reaccionaron sólo a los materiales inertes que se les presentaron y no a quienes realizaron la presentación. No obstante, es una verdad elemental que la recolección de la información psicológicamente relevante requiere la participación social activa de individuos que actuarán como la fuente de esta información. Cualquier cosa que pueda ser además, el experimento o prueba psicológica es por tanto una situación social y como tal debe compartir las características que se hallan en todas las situaciones sociales.
Existen, por supuesto, casos marginales donde el estatus social de la situación investigativa es menos claro, tales como el uso de fuentes documentales o cuando los individuos experimentan consigo mismos. Pero ninguno de éstos da cuenta más que de una pequeña fracción de la investigación psicológica durante el siglo pasado. Su rareza sólo sirve para hacer énfasis en la naturaleza inherentemente social de la mayoría de las investigaciones psicológicas.
Hasta muy recientemente, la ceguera total de los investigadores de la psicología ante las características sociales de sus situaciones de investigación constituyó uno de los rasgos más característicos de su práctica de investigación (13). Sin embargo, el reconocimiento de los llamados efectos de expectativa del experimentador y de las características de demanda se han vuelto ahora un lugar común, y existe una vasta literatura orientada empíricamente sobre “la psicología social del experimento psicológico” (14). Aunque esto representa sin duda un avance respecto de la ingenuidad tradicional de los psicólogos en estos asuntos, las limitaciones de esta literatura son más notables que sus logros desde el punto de vista de profundizar una comprensión de los procesos sociales de generación de conocimiento psicológico.
En primer lugar, mucha de la literatura sobre los efectos sociales en los experimentos psicológicos está dedicada simplemente a demostrar la mera existencia de tales efectos sin dirigirse a profundizar la comprensión de los procesos sociales implicados en la investigación psicológica (15). La conceptualización de los procesos sociales tal como ocurre en estos trabajos está limitada por lo general a categorías psicológicas sociales más que a categorías sociológicas y, por lo tanto, no plantea el hecho de que las respuestas de los individuos a las situaciones experimentales tienen lugar en el contexto de un sistema social en miniatura en el que participan tanto los experimentadores como sus sujetos. Además, existe una tendencia generalizada a relegar los aspectos sociales de la experimentación psicológica al estatus de “artefactos” o, en otras palabras, perturbaciones del proceso de investigación que no pertenecen a su naturaleza esencial (16). Así, permanece inviolada y aparentemente fuera del alcance de la corrección empírica la abstracción racional de un proceso de investigación puramente lógico, asocial y ahistórico. Por lo tanto, en este programa de investigación el método preferido para estudiar los aspectos sociales de la investigación es el propio método experimental, una empresa cuyos resultados son difíciles de interpretar sin enfangarse en una regresión infinita (17).
Tales problemas derivan en su mayoría de una sola fuente, a saber, la pretensión de que los experimentos psicológicos no son diferentes, en principio, de los experimentos en las ciencias naturales (18). Debido a que en este último caso los investigadores pueden tratar lo que sea que estén investigando simplemente como un objeto natural, se cree que las fuentes humanas de datos deben tratarse en la misma manera si la psicología ha de funcionar como una ciencia experimental propiamente dicha (19). Pero los sujetos humanos en los experimentos psicológicos son incapaces de comportarse de hecho simplemente como objetos naturales. Incluso si tratan de hacerlo, lo cual depende totalmente de su apreciación de la situación social en la que están, ellos niegan esta meta ficticia en el acto mismo de tratar de alcanzarla, porque tales esfuerzos representan un ejercicio de su agentividad social (20). Los experimentos psicológicos son, por tanto, diferentes en principio de los experimentos en la física porque el experimentador y la fuente humana de los datos deben involucrarse necesariamente en una relación social. Esto no es ningún “artefacto” sino una de las precondiciones esenciales para lograr una situación experimental viable. En consecuencia, los resultados experimentales en la psicología siempre estarán codeterminados por las relaciones sociales entre los experimentadores y los sujetos. La importancia precisa de este factor puede ser variable, pero que siempre está presente es un asunto que no está abierto a duda.
Por supuesto, la vieja noción de que el conocimiento producido por los experimentos depende sólo de la interacción de los experimentadores individuales con los materiales de la naturaleza es falsa incluso en el caso de las verdaderas ciencias naturales. Ahora entendemos bastante acerca de cómo el avance del conocimiento que resulta de un experimento depende en forma crucial de la interacción de los científicos entre sí (21). Pero este es un nivel de influencia social que la investigación psicológica comparte con la investigación en otras ciencias experimentales. Sin embargo, más allá de esto existe un nivel de interacción social esencial que es peculiar a los experimentos psicológicos – la interacción de los experimentadores con las fuentes humanas de sus datos. Es de esperarse que después de un siglo de vida saludable, la psicología experimental se siente ahora suficientemente segura para enfrentar el hecho de que pueden existir diferencias esenciales entre ella y las ciencias experimentales más antiguas. La burda doctrina que relegaba todo lo que no se hacía a imagen de la física experimental a la categoría de lo “místico”, se trata cada vez más como una curiosidad histórica.
Averiguar más acerca de las relaciones sociales que existen entre los experimentadores y sus sujetos humanos es, ciertamente, mejor que pretender que aquellos no están ahí o que no son de importancia. Ahora bien, existen diferentes maneras de perseguir tal meta. La vía experimental, a la que ya se aludió, tiende a limitarse a investigar ciertos factores psicológicos sociales que operan en los experimentos psicológicos (22). Pero los factores psicológicos, como las expectativas del experimentador o la “aprehensión de evaluación” de los sujetos, operan dentro de cierto marco de referencia social que tiene que darse por supuesto en dichos estudios. Este marco de referencia es provisto por las tradiciones y convenciones de la investigación psicológica que se han desarrollado con el correr de los años y que ahora son bien entendidas por todos los experimentadores y por la mayoría de sus sujetos. En aquellas sociedades en las que se le practica en cualquier escala, el experimento psicológico se ha convertido en una institución social reconocida por la mayoría de las personas con cierto nivel de educación. Como en todas las instituciones sociales, la interacción de los participantes está restringida por patrones institucionales que prescriben qué se espera de y permite a cada participante. La conducción exitosa de experimentos psicológicos depende de la disposición de todos los participantes a sujetarse a estas reglas, y eso sólo puede ocurrir, por supuesto, si ellos tienen el nivel apropiado de conocimiento previo para entender las reglas. Sabemos que en la investigación transcultural esto no siempre se puede dar por supuesto.
Pero antes de que discutamos este como un problema del tercer mundo, debemos recordar que hace escasamente poco más de un siglo la institución del experimento psicológico era tan desconocida en todas partes, como lo puede ser ahora en algunas partes del tercer mundo. Es legítimo preguntar cómo es que surgió en primer lugar esta construcción social y cómo terminó tomando la forma que hoy en día damos tan fácilmente por supuesta. Igual que todas las instituciones sociales, el experimento psicológico tiene no sólo una estructura social que puede analizarse, sino una historia que puede rastrearse. En última instancia, esta institución es parte de la historia de aquellas sociedades que la produjeron y puede esperarse que lleve las marcas de sus orígenes. Así, si deseamos mejorar nuestra comprensión del marco de referencia social aceptado dentro del que tienen que funcionar los participantes individuales en los experimentos psicológicos, tendremos que adoptar una aproximación histórica más que experimental. Porque ni los experimentadores ni sus sujetos entran en la situación de investigación como hojas en blanco para ser programados de modo arbitrario. Ambos son producto de un desarrollo histórico singular que ha dejado un pesado sedimento de fe ciega y tradición incuestionada. Es precisamente este desarrollo histórico el que trataremos de trazar en el presente volumen.
Aunque virtualmente no existen estudios del marco de referencia social para la interacción de los investigadores y sus sujetos, nos movemos a un terreno relativamente más familiar cuando consideramos los dos círculos exteriores que determinan la práctica social de la investigación. En su interacción mutua y con el contexto social más amplio, los investigadores de la psicología encaran problemas que no son diferentes en principio de los problemas sociales encarados por otros grupos de científicos. Desde esta perspectiva, reconocemos que la práctica social de la investigación psicológica científica implica cierta organización del trabajo con el propósito de generar un cierto tipo de producto que se identifica como conocimiento psicológico. Esta identificación del producto equivale a un sistema de certificación por parte de las autoridades reconocidas que trabajan dentro de un marco de referencia institucional establecido (23). El tipo de conocimiento que persigue el trabajador científico no es privado sino conocimiento público (24). Esto quiere decir que no puede lograrse sin la aceptación de cierto tipo de público. Si el conocimiento ha de llevar el sello de la ciencia, el público por quien es aceptado debe ser un público científico.
La investigación psicológica no es algo que se siga por investigadores individuales que trabajan por su propia cuenta. Ni sus aspectos sociales se limitan a la interacción entre los investigadores y las fuentes humanas de sus datos. Al diseñar sus experimentos y al preparar el rédito cognitivo de sus investigaciones para la publicación, los investigadores deben estar atentos continuamente a la aceptabilidad de su producto para un público particular. Esta aceptabilidad depende de si el producto está a la altura de los estándares prevalecientes de lo que constituye el conocimiento psicológico científico. El hecho de que estos estándares hayan sido totalmente interiorizados por la mayoría de los investigadores en el curso de su socialización profesional no afecta de ninguna manera el estatus público de los mismos. Lo que esto quiere decir es que la comunidad científica está íntimamente involucrada en la práctica social de la investigación científica.
Como en el caso de las interacciones experimentador-sujeto, existen dos diferentes niveles en los que se puede perseguir el análisis de este aspecto de la práctica social. Hay el nivel psicológico social, donde uno haría preguntas acerca de cómo los investigadores individuales se adaptan a los estándares de conocimiento científico prevalecientes y cómo negocian diferentes interpretaciones de estos estándares. Pero a este nivel, la existencia misma de los estándares tiene que darse por supuesta. El nivel de análisis sistémico o histórico trataría precisamente como problemática la existencia de los estándares actuales e intentaría trazar su origen y desarrollo históricos. Éste es el nivel de análisis que se perseguirá aquí.
Algunas consideraciones historiográficas.
El hecho de que los estándares dominantes actualmente de lo que cuenta como conocimiento psicológico científico no hayan existido siempre, y no siempre hayan sido dominantes, es algo que se reconoce universalmente. Cada trabajador de la investigación bien entrenado en el campo, sabe que la propia idea de una psicología científica sólo surgió en épocas relativamente recientes y que su puesta en acción práctica pertenece a un período aun más reciente. También es bien conocido que tras la fundación de la psicología experimental hubo una gran controversia acerca de los estándares de qué constituiría el conocimiento psicológico científico. Esta controversia se presenta comúnmente como una entre los introspeccionistas y los conductistas, aunque, como se verá después, la historia es más compleja que eso. No obstante, lo que vale la pena señalar es que un archi–introspeccionista como E.B. Titchner siempre justificó su práctica investigativa en el nombre de la ciencia y denigró la práctica de sus oponentes como si fuera, no ciencia, sino tecnología (25). Los tratamientos en los libros de texto más ingenuos describen esta controversia simplemente como un conflicto entre la verdad y el error, siendo la implicación de esto que sólo puede haber una versión verdadera concebible de lo que constituye el conocimiento psicológico científico. Pero si nos libramos de la presuposición irracional de que la verdad necesariamente desvanecerá el error, y que por lo tanto cualquier cosa que logre el predominio histórico debe ser más verdadera (26), esta controversia se convierte en una entre concepciones rivales de lo que iba a contar como conocimiento psicológico científico.
Al estudiar los cambios históricos en las concepciones dominantes acerca del conocimiento psicológico, no es relevante la pregunta sobre la verdad relativa de estas concepciones. Antes que nada, estamos tratando con estándares, criterios e ideales más que con cuestiones de hecho, de modo que la atribución de verdad es simplemente inapropiada. La elección por los introspeccionistas de un tipo de conocimiento diferente era una cuestión de preferencia, no una cuestión de error. Que lo que hacían fuera científico depende de la definición que uno tenga de ciencia. Si su definición de ciencia resulta ser diferente de la de los conductistas, esto es otra vez cuestión de preferencia, la cual sólo se ve como una cuestión de estar en lo correcto o en el error si se acepta una definición particular de ciencia como la única verdadera en algún sentido absoluto y ahistórico (27).
Pero resulta que dichos estándares ahistóricos generalmente son los estándares particulares que actualmente son los populares. Elevarlos al estatus de criterios finales implica por tanto la ilusión patente de que el desarrollo histórico ha alcanzado una especie de culminación en el presente y se detendrá ahora. Las implicaciones conservadoras de esta posición no necesitan elaborarse. Cuando intentamos trazar los cambios históricos en la práctica social de la investigación, tenemos que hacer a un lado las preguntas acerca de la verdad. Porque no estamos tratando aquí meramente con medios técnicos cuya adecuación lógica o práctica pueda evaluarse en términos de alguna meta aceptada, sino con las propias metas. Las comunidades científicas particulares se caracterizan por su compromiso con ciertas metas científicas y este compromiso determina la naturaleza de la práctica investigativa de sus miembros.
Lo que desde luego viene al caso en este contexto, son las razones para los compromisos existentes con ciertos ideales de la práctica científica y las razones para los cambios en estos compromisos. Estas razones han de hallarse en la situación histórica común que encaran los miembros de una comunidad científica particular. Tales comunidades nunca existen en un vacío social, por supuesto, sino que se encuentran bajo la necesidad de adoptar posiciones con relación a otros grupos de investigadores, con quienes controlan los recursos materiales para investigar y con el público en general. Puede haber otros grupos de investigadores particularmente bien establecidos y que son influyentes, que sirven como modelos de práctica exitosa. Aquellos que controlan finalmente los recursos sociales deben ser persuadidos para desviar algunos de ellos hacia grupos particulares de investigadores, más que hacia otros propósitos. En todo momento una disciplina recién surgida como la psicología científica tenía que ser cuidadosa para distinguir su producto cognitivo del conocimiento cotidiano del público lego y de los reclamos rivales de otras disciplinas. Los requerimientos de los consumidores potenciales de los productos cognitivos de una disciplina también hacen valer su peso. Todos estos factores y otros similares ayudan a dar forma a los tipos de metas de conocimiento que prevalecen en un cierto campo en un momento dado y, por lo tanto, determinan las pautas dominantes de la práctica investigativa.
Puede pensarse que este nivel de determinación social constituye el más externo de los tres círculos concéntricos que utilizamos previamente para representar las múltiples capas de la práctica social de investigación. El anillo más interno representa la interacción social directa de los participantes en la situación de investigación y el anillo intermedio representa la interacción de los miembros de la comunidad científica entre sí. Aunque cada círculo realiza su contribución específica al patrón total de la práctica investigativa, estas contribuciones no son autónomas sino que derivan su importancia de su inmersión dentro de un contexto social más amplio.
Cualquier intento de estudiar el desarrollo histórico de la práctica investigativa enfrenta ciertos problemas prácticos. El más importante de estos problemas surge del hecho de que el dominio de la práctica implica una gran cantidad de ese “conocimiento tácito” que desde hace mucho se ha reconocido que juega un papel crucial en la investigación científica (28). De hecho, el componente tácito tiende a ser mucho más grande en el nivel de la práctica que en el nivel de la teoría. Los aspirantes a investigadores comúnmente se socializan en el oficio siguiendo ejemplos y puede que nunca se les requiera que den cuenta, para sí mismos o para otros, de la elección de procedimientos que tienen tras de sí el peso de la tradición. Además, la explicación que comúnmente se les pide que hagan por lo común está limitada a consideraciones puramente técnicas. Son precisamente los aspectos sociales de la práctica científica los que sistemáticamente se excluyen de las discusiones metodológicas de los practicantes. En la psicología, donde algunos de estos aspectos ya no se pueden pasar por alto completamente, se les ha discutido como “artefactos” que pueden perturbar el curso racional normal de la práctica investigativa.
En otras palabras, los investigadores tienden a ser fuentes directas muy pobres de información cuando se trata de ciertos aspectos de su práctica. Esto no importaría mucho si quisiéramos estudiar la práctica contemporánea, porque seríamos capaces de observar realmente a los investigadores en su trabajo o preguntarles ampliamente acerca de sus acciones (29). Pero si queremos entender la práctica actual en términos de su desarrollo histórico, estamos impedidos de seguir este camino. La evidencia documental, cuando trata explícitamente los problemas de la práctica investigativa, comúnmente se limita a los aspectos puramente técnicos. En particular, las discusiones de los problemas metodológicos en los libros de texto tienden a sufrir de esta limitación. Sólo se vuelven históricamente interesantes cuando los cambios en el tratamiento de ciertos problemas se comparan a través del tiempo, aproximación que permite el surgimiento de algunas preguntas fundamentales cuyas respuestas se dan por supuestas en la presentación de cualquier libro de texto singular. Pero sólo ciertos aspectos de la práctica investigativa reciben, si acaso, un tratamiento amplio en los libros de texto; para el resto debemos buscar otras fuentes de evidencia.
Las prescripciones metodológicas que hacen los representantes destacados del campo pueden ser valiosas en ocasiones. Sin embargo, dichas afirmaciones tienden a pertenecer a la ideología más que a la práctica de la investigación. Nos dicen lo que sus autores pensaban que estaban haciendo o lo que querían que pensaran otros acerca de lo que estaban haciendo, pero no necesariamente nos dicen lo que efectivamente hicieron. La importancia de estas afirmaciones siempre necesita evaluarse contra alguna evidencia independiente acerca de la práctica efectiva. En cualquier caso, las afirmaciones de los individuos, no importa qué tan prominentes sean, pueden tener poca relación con la práctica general, la cual es nuestro interés último. Es necesario mantener una distinción clara entre la práctica efectiva y los discursos sobre la práctica, porque éstos implican las maneras en que los practicantes justifican sus prácticas para sí mismos y para otros (30). Siendo una forma social de dar cuenta de algo, proporciona solamente una reflexión muy parcial y con frecuencia distorsionada de la práctica como podría aparecer a un observador menos parcial con una perspectiva más amplia.
Con respecto al discurso sobre la práctica, es difícil escapar a la impresión de que su importancia ha variado ampliamente en diferentes momentos de la historia de la psicología moderna. Obviamente, tal discurso fue crucial en los primeros años de la psicología experimental, cuando estaba tratando de definirse el propio campo y diferenciarse de los campos relacionados. Al tratar con esta etapa, la comprensión del discurso predominante sobre la práctica es tan importante como un análisis de la práctica efectiva. Pero después del fin de la Primera Guerra Mundial, al menos en los Estados Unidos, la psicología parece haber entrado en un período más asentado durante el que las respuestas a la mayoría de los problemas metodológicos fundamentales se dieron por supuestas cada vez más y las discusiones se limitaron a los problemas técnicos. (Más cerca de nuestros días hubo un renacimiento del interés en los problemas más fundamentales, pero esto nos lleva más allá del ámbito histórico del presente volumen.) En consecuencia, pondremos menos atención al discurso sobre el método que al análisis de la práctica efectiva. Porque, como veremos, la práctica efectiva sufrió un cambio considerable aunque esto no siempre se reflejó adecuadamente en el discurso en boga sobre la práctica.
Afortunadamente, las convenciones de la práctica científica nos proporcionan una verdadera mina de información sobre estos aspectos, que son ignorados o distorsionados en las discusiones sobre la técnica. Los productos de la práctica de investigación consisten en reportes publicados en medios especiales, que tienen cierta reputación en alguna comunidad de investigación importante. Tales productos constituyen una gran parte del dominio público crucial de la ciencia. Como tales, son preservados para la posteridad y están disponibles a la inspección como documentos históricos mucho después de que han servido a su propósito original (31). Estos reportes de investigación publicados en revistas científicas reconocidas nos proveen el registro histórico que nos permite rastrear cambios importantes en la práctica investigativa a lo largo de los años.
Dado su enorme valor informativo potencial y su relativamente fácil accesibilidad, es sorprendente que los reportes de investigación raramente se hayan sometido a un estudio histórico sistemático (32). Parte de la razón de esto puede radicar en la tendencia a tratar tales reportes al pie de la letra, aun cuando pueden haber transcurrido muchos años desde su publicación original. Pero un artículo de investigación nos puede informar acerca de mucho más que de los datos específicos que sus autores querían comunicar a sus contemporáneos. En la época que surgió la psicología experimental, las convenciones que gobernaban las publicaciones de la investigación científica se habían desarrollado hasta el punto que prescribían que, en principio, se tenía que proporcionar suficiente información sobre los procedimientos para permitir a otros investigadores replicar el estudio publicado. Por supuesto, las prácticas de publicación con frecuencia no satisfacían este ideal y en la psicología eran, en cualquier caso, ingenuas porque la naturaleza históricamente singular de cada estudio estaba acentuada por el uso de fuentes humanas de datos. No obstante, las convenciones de publicación científica ejercieron suficiente influencia para asegurar la inclusión de una cantidad considerable de información que muestra el desarrollo de las prácticas investigativas. Por ejemplo, los reportes de investigación psicológica siempre contienen alguna información directa sobre la identidad de los participantes en el estudio y suficiente información indirecta para permitir a uno sacar algunas conclusiones sobre la clase de relaciones que deben haber existido entre los investigadores y sus sujetos humanos.
El análisis sistemático de los artículos de investigación publicados en las principales revistas del campo formará por tanto una fuente de información importante para nuestro estudio histórico del desarrollo de la práctica de investigación. Mucha de esta información se obtiene analizando aspectos de los reportes de investigación a los que los autores, a la sazón, les habrían dado poca importancia. En lo que estos autores estaban interesados era en la comunicación de sus hallazgos en una forma aceptable; en lo que estamos interesados nosotros es, en primer lugar, en los aspectos tácitos y que se daban por supuestos de su práctica social, los cuales les permitieron producir algo que en primer lugar reconocieron como “datos” y, segundo, los medios que utilizaron para hacer presentables estos datos (33). Así, nuestro análisis intentará sondear detrás de la fachada convencional del artículo de investigación hacia los tipos de práctica de los que era producto (34).
Para regresar una vez más a la representación de la práctica social de investigación mediante tres anillos concéntricos, como se desarrolló en la sección precedente, el reporte de investigación publicado puede pensarse como ubicado en el límite entre el anillo interno y el intermedio En una dirección, el artículo de investigación refleja algo de la interacción social entre los participantes en la situación de investigación, pero también está dirigido a una audiencia científica particular por la que espera ser aceptado. Para ser aceptado, debe presentar su información de tal manera que se conforme a ciertos estándares de lo que constituye el conocimiento aceptable en el campo. Una análisis apropiado de los artículos de investigación nos puede proporcionar, por tanto, cierto esclarecimiento en los dos niveles de construcción social que han entrado en su producción: primero, la estructuración social de la situación de investigación de tal forma que produzca un cierto tipo de información y, segundo, la reestructuración de esta información para hacer que se ajuste a un modelo prescrito de cómo debe aparecer el conocimiento científico en el campo.
Pero incluso si este tipo de análisis fuera exitoso, en el mejor de los casos proporcionaría un panorama está- tico de las prácticas investigativas en un tiempo particular y en una cierta localidad. En realidad, las prácticas en las que estamos interesados constituyen un blanco móvil en el sentido de que están sujetas al cambio histórico, en parte debido a los conflictos dentro de la comunidad científica y en parte debido a que están inmersas en un contexto más amplio de cambio histórico (el más externo de los tres círculos). De modo que tendremos que ampliar nuestro análisis a lo largo de varias décadas para obtener un sentido de la tendencia de desarrollo histórico de las prácticas de investigación. Debido a que el enorme volumen de investigación hace prácticamente imposible analizar cada una de los artículos de investigación relevantes, será necesario hacer un muestreo de las publicaciones en un intervalo de varios años.
También tendremos que limitar el ámbito de nuestra indagación a una parte de la historia de la psicología moderna. Es indiscutible que esa parte tendrá que ser el período inicial del desarrollo de la disciplina, más que un período posterior. No sólo sería difícil lograr una comprensión de los desarrollos históricos posteriores sin un conocimiento del período precedente, sino que habría el peligro real de perder algunos de los problemas más importantes. A mediados del siglo veinte, las prácticas de investigación psicológicas se habían establecido en un molde más bien rígido que permitía relativamente poca variación (35). Pero durante los primeros cincuenta años de su existencia, las prácticas investigativas de la nueva disciplina se hallaban aun en flujo y divergían ampliamente entre sí. Las raíces de la rigidez posterior yacen en este período temprano, de modo que un análisis de qué sucedió en este período puede contribuir a la comprensión de las pautas más conocidas que siguieron.
Estas limitaciones temporales permiten una cobertura más completa de la literatura de investigación en el campo de la que sería practicable de otra manera. Dicha cobertura es importante debido al nivel sistémico del análisis proyectado. Los tipos de procesos con los que estaremos tratando aquí son esencialmente procesos colectivos que caracterizan las prácticas comunes de muchos individuos. Las contribuciones individuales son de interés sólo en la medida en que representan una tendencia general significativa. Así, el papel de individuos específicos se vuelve importante para nuestro análisis principalmente al comienzo de nuestro período cuando la psicología empírica moderna surge por vez primera como un campo identificado de actividad para un grupo singular de practicantes. Sin embargo, muy pronto se forman dentro del campo ciertas tradiciones de práctica investigativa y los desarrollos subsiguientes se deben a las respuestas colectivas ante los conflictos entre tradiciones rivales y a presiones del exterior. Aunque necesitamos entender las contribuciones de unos cuantos pioneros particularmente influyentes en el momento de surgimiento de la nueva disciplina, la formación de comunidades de investigación diferentes pronto hace más apropiado adoptar un nivel de análisis distinto (36). Estaremos interesados principalmente en identificar la pauta de variación, tanto sincrónica como diacrónica, que caracteriza las prácticas investigativas de la disciplina en conjunto, más que en evaluar el papel jugado por individuos específicos.
Notas
1 En gran medida, esto también es cierto de la ciencia física; ver P. Janich, “Physics – natural science or technology?”, en W. Krohn, E.T. Layton Jr., & P. Weingart (Eds.), The Dynamics of Science and Technology (Dordrecht: Reidel, 1978), pp. 3-27.
2 Para una crítica general de la distinción entre los dos contextos, ver P. Feyerabend, Against Method (London: NLB, 1975), pp. 165-169 y T, Nickles (Ed.), Scientific Discovery, Logic and Rationality, Boston Studies in the Philosophy of Science, vol. 56 (Dordrecht & Boston: Reidel, 1980), pp. 1-59.
3 Ver S. Bem, “Context of discovery and conceptual history of psychology”, en S. Bem, H. Rappard & W. van Hoorn (Eds.), Proceedings of the First European Meeting of Cheiron (Leiden; Ryksuniversiteit, 1983), pp. 207-231.
4 “Los descubrimientos no ocurren ‘simplemente’ o ‘suceden’ en forma naturalista, sino que son producciones definidas y reconocidas socialmente. En otras palabras, la pregunta no es qué los hace suceder, sino más bien qué los hace descubrimientos.” Ver A. Brannigan The Social Basis of Scientific Discoveries (Cambridge: Cambridge University Press, 1981), p. 77.
5 Cf. K.J. Gergen, Toward Transformation in Social Knowledge (Nueva York: Springer, 1982), p. 101: “La audiencia para los reportes de investigación nunca está expuesta a los eventos en curso; uno nunca adquiere una experiencia de primera mano del propio proceso de investigación. Más bien, el producto principal de la investigación es lenguaje. Los reportes de investigación suministran esencialmente explicaciones o interpretaciones lingüísticas.”
6 Un análisis útil de dichos esquemas constructivos, con ilustraciones de la historia de la psicología experimental, se presentó por Gernot Bóhme, “The social function of cognitive structures: A concept of the scientific community within a theory of action”, en K.D. Knorr, H. Strasser & H.G. Zillian (Eds.), Determinants and Controls of Scientific Development (Dordrecht: Reidel, 1975), pp. 205-225; “Cognitive norms, knowledge interests and the constitution of the scientific object: A case study in the functioning of rules for experimentation”, en E. Mendelsohn, P. Weingart & R. Whitley (Eds.), The Social Production of Scientific Knowledge (Dordrecht: Reidel, 1977), pp. 129-141.
7 La indagación psicológica adquirió ahora los rasgos generales de la indagación científica, en la medida en que esta última puede caracterizarse por “un tipo especial de trabajo artesanal que opera sobre objetos construidos intelectualmente”. Ver T.R. Ravetz Scientific Knowledge and lts Social Problems (Nueva York: Oxford University Press, 1971), p. 116.
8 Puede sostenerse que existe la misma situación con respecto a cualquier sistema de procedimientos puramente lógicos: “Como un cuerpo de convenciones y tradiciones esotéricas, el carácter persuasivo de la lógica, tal y como existe, deriva de ciertos propósitos definidos estrechamente y de las costumbres y el uso institucionalizados.” Ver B. Barnes & D. Bloor, “Relativism, rationalism and the sociology of knowledge”, en M. Hollis & S. Lukes (Eds.), Rationality and Relativism (Oxford: Blackwell, 1982), pp. 21-47 (p. 45).
9 G. Devereux, From Anxiety to Method in the Behavioral Sciences (The Hague: Mouton, 1967). Devereux fue el primero en reconocer la profundidad de la ansiedad que rodea el área de la metodología como una indicación de problemas fundamentales en las ciencias de la conducta. No obstante, vio las fuentes de esta ansiedad sólo en términos de los problemas que surgen para el investigador individual en su relación con el sujeto humano de su investigación. Los problemas de la práctica investigativa aparecían, por tanto, como análogos a los problemas de la práctica psicoanalítica. Este marco de referencia radicalmente individualista produjo una ceguera completa hacia las ansiedades colectivas de los grupos de investigadores que surgen a partir de las amenazas reales o imaginarias a su posición en la estructura del estatus científico.
10 Algunas consecuencias importantes se discuten en R.D. Romanyshyn, “Method and meaning in psychology: The method has been the message”, Journal of Phenomenological Psychology, 2 (1971), 93-113; y en C. Argyris, Inner Contradictions of Rigorous Research (New York: Academic Press, 1980).
11 El alcance de los profundos cambios que han ocurrido en este campo se aprecia tal vez con más facilidad por el forastero a través de una comparación de un texto que representa la vieja aproximación, como J. Ben-David, The Scientist’s Role in Society (Englewood Cliffs, N.J.: Prentice¬Hall, 1971), y uno informado por los desarrollos más recientes, como J. Law & P. Lodge, Science for Social Scientists (London: Macmillan, 1984). Para una introducción sucinta a los problemas en este campo, véase la introducción a K.D. Knorr-Cetina & M. Mulkay (Eds.), Science Observed: Perspectives on the Social Study of Science (London & Beverly Hills, Calif.: Sage, 1983), pp. 1-17.
12 Por ejemplo, A.R. Buss (Ed.), Psychology in Social Contex (New York: lrvington, 1979).
13 La existencia de una excepción largamente ignorada nos hace reparar en su aislamiento total en la literatura; ver S. Rosenzweig, “The experimental situation as a psychological problem”, Psychological Review, 40 (1933), 337-354. Debido a su exposición a problemas del mundo real, los psicólogos industriales se vieron forzados a reconocer las características sociales en las situaciones de investigación en una etapa temprana; ver W. Schulte, “Untersuchungen über den Einfluss des Versuchsleiters auf das Prüfergebnis”, Industrielle Psychotechnik, 1 (1924), 289-291; Elton Mayo, The Human Problems of an Industrial Civilization (New York: Macmillan, 1933). No obstante, la extensión de estas intuiciones del área ‘profana” de los escenarios industriales hacia los precintos “sagrados” de los laboratorios universitarios parece haber encontrado formidables barreras cognoscitivas y afectivas. Un caso paralelo ocurrió en el campo de la experimentación animal; ver D. Fernald, The Hans Legacy: A story of science (Hillsdale, N.J. & London: Erlbaum, 1984).
14 Se pueden encontrar discusiones de esta literatura en T. X. Barber, Pitfalls in Human Research: Ten Pivotal Points (New York: Pergamon Press, 1976); R. Rosenthal, Experimenter Effects in Behavioral Research (New York: lrvington, 1976, rev. ed.); R. Rosenthal & L. Rosnow (Eds.), Artifact in Behavioral Research (New York: Academic Press, 1969); R. Rosenthal & R.L. Rosnow, The Volunteer Subject (New York: Wiley, 1975); R. Rosenthal & D.B. Rubin, “Interpersonal expectancy effects: The first 345 studies”, The Behavioral and Brain Sciences, 3 (1978), 377- 415; J.M. SuIs & R.L. Rosnow, “Concerns about artifacts in psychological experiments’, en J.G. Morawski (Ed.), The Rise of Experimentation in American Psychology (New Haven: Yale University Press, 1988), pp. 163-187.
15 J.G. Adair, “Commentary”, The Behavioral and Brain Sciences, 3(1978), 386.
16 R.M. Farr, “On the social significance of artifacts in experimenting”, British Journal of Social and Clinical Psychology, 17 (1978), 299-306.
17 L.W. Brandt, “Experimenter-effect research”, Psychologische Beiträge, 17 (1975), 133-140.
18 Ver, sin embargo, J.G. Adair, The Human Subject: The social psychology of the psychological experiment (Boston: Little, Brown, 1973) y N. Friedman, The Social Nature of Psychological Research: The psychological experiment as a social interaction (New York: Basic Books, 1967).
19 D.P. Schultz, “The nature of the human data source in psychology”, en D.P. Schultz (Ed.), The Science of Psychology: Critical reflections (New York: AppletonCentury-Crofts, 1970), pp. 77-86.
20 K. Holzkamp, Kritische Psychologie (Frankfurt: Fischer, 1972); W. Mertens, Sozialpsychologie des Experiments (Hamburg: Hoffman & Campe, 1975); W. Bungard (Ed.), Die gute Versuchsperson denkt nicht: Artefakte in der Sozialpsychologie (Munich & Baltimore: Urban & Schwarzenberg, 1980).
21 H.M. Collins, Changing Order: Replication and induction in scientific practice (London & Beverly HilIs, Calif.: Sage, 1985). Ver también K. Knorr, R. Krohn & R. Whitley (Eds.), The Social Process of Scientific Investigation, Sociology of the Sciences Yearbook, vol. 4 (Boston & Dordrecht: Reidel, 1980) y K.D. Knorr-Cetina, The Manufacture of Knowledge: An essay on the Constructivist and Contextual Nature of Science (Oxford: Pergamon Press, 1981).
22 Además, existen limitaciones inherentes en el uso de métodos experimentales para investigar el método experimental; ver H. Gadlin & G. Ingle, “Through the oneway mirror: The limits of experimental self-reflection”, American Psychologist, 30 (1975), 1003-1009.
23 R. Whitley, The Intellectual and Social Organization of the Sciences (Oxford: Clarendon Press, 1984).
24 T.M. Ziman, Public Knowledge: An essay concerning the social dimension of science (Cambridge: Cambridge University Press, 1968).
25 E. B. Titchener, “Psychology: Science or technology?”, Popular Science Monthly, 84 (1914), 39-51.
26 Debido a su misión pedagógica, las historias de los libros de texto con frecuencia sugieren algo de esta posición; ver M.G. Ash, “The self-presentation of a discipline: History of psychology in the United States between pedagogy and scholarship”, en L. Graham, W. Lepenies & P. Weingart (Eds.), Functions and Uses of Disciplinary Histories, Sociology of the Sciences Yearbook, vol. 7 (Dordrecht: Reidel, 1983), pp. 143-189.
27 Sobre las implicaciones justificativas de esta posición, ver W.B. Weimer, “The history of psychology and its retrieval from historiography: I. The problematic nature of history”, Science Studies, 4 (1974), 235-258.
28 Este reconocimiento dependía de un énfasis en el carácter artesanal de la ciencia por M. Polanyi, Personal Knowledge (London: Routledge and Kegan Paul, 1958). Las implicaciones de tal análisis se desarrollaron ampliamente por Ravetz, Scientific Knowledge.
29 Estos tipos de estudios han proliferado bastante en años recientes. Un ejemplo temprano bien conocido del estudio observacional del trabajo científico fue el de B. Latour & S. Woolgar, Laboratoty Life: The social construction of scientific facts (London & Beverly Hilis, Calif.: Sage, 1979). El uso de material de entrevista se ejemplifica por G.N. Gilbert & M. Mulkay, Opening Pandora’s Box: A sociological analysis of scientists’ discourse (Cambridge: Cambridge University Press, 1984).
30 Para algunos sociólogos de la ciencia la existencia de esta distinción parece haber dado ocasión para reclamar un estatus privilegiado bien a la observación directa de la práctica o bien al análisis del discurso sobre la práctica. Esta última posición se ha defendido con fuerza en G.N. Gilbert & M. Mulkay, “Experiments are the key: Participants’ histories and historians’ histories of science’, Isis, 75 (1984), 105-125 (pero véase S. Shapin, “Talking history: Reflections on discourse anaiysis”, Isis, 75 [1984], 125-130). No obstante, la producción de un cierto tipo de discurso en forma de publicaciones científicas se halla en el núcleo de la propia práctica científica. Si deseamos seguir el desarrollo histórico de una ciencia, deberíamos estar buscando este discurso. Pero debido a que este discurso es parte de la práctica ordinaria de la ciencia, la distinción útil a hacer aquí es entre la práctica y las reflexiones sobre esa práctica, no entre “discurso” por un lado y acciones y creencias por el otro.
31 Un buen ejemplo del uso de los artículos como documentos históricos lo proporciona O. Bazerman, “Modem evolution of the experimental report in physics: Spectroscopic articles in Physical Review, 1893-1980”, Social Studies of Science 14 (1984), 163-196. Ver también C. Bazerman, Shaping Written Knowledge: The Genre and Activity of the Written Article in Science (Madison: University of Wisconsin Press, 1988).
32 Dos grandes excepciones son J.S. Bruner & G.W. Allport, “Fifty years of change in American psychology”, Psychological BuIletin, 37 (1940), 757-776, y R.W. Lissitz, “A longitudinal study of the research methodology in the Journal of Abnormal and Social Psychology, the Journal of Nervous and Mental Disease and the American Journal of Psychiatry’, Journal of the History of the Behavioral Sciences, 5 (1969), 248-255.
33 Una revisión completa del uso de este segundo tipo de análisis se encuentra en C. Bazerman, “Scientific writing as a social act: Review of the literature of the sociology of science”, en P.V. Anderson, R.J. Brockmann & C.R. Miller (Eds.), New Essays in Technical and Scientific Communication: Research, Theory, Practice (Farmingdale, N.Y.: Baywood, 1983), pp. 156-184. Una vez que se llegan a formalizar las reglas informales que gobiernan la presentación del producto del conocimiento, ellas mismas pueden analizarse directamente. Ver C. Bazerman, “Codifying the social scientific style: The APA Publication Manual as a Behaviorist Rhetoric”, en J.S. Nelson, A. Megill & D.N. McCloskey (Eds.), The Rhetoric of the Human Sciences (Madison: University of Wisconsin Press, 1987), pp. 125-144.
34 Acerca de la relación entre publicaciones de investigación y prácticas de investigación, ver F.L. Holmes, “Scientific writing and scientific discovery”, Isis 78 (1987), 220-235.
35 Ver S. Toulmin & D.E. Leary, “The cult of empiricism in psychology and beyond”, en S. Koch & D.E. Leary (Eds.), A Century of Psychology as Science: Retrospectives and assessments (New York: McGraw-Hill, 1985), pp. 594-617.
36 Este problema se explora más ampliamente en K. Danziger, “Towards a conceptual framework for a critical history of psychology”, en H. Carpintero & J.M. Peiro (Eds.), Psychology in its Historical Context: Essays in honor of Prof. Josef Brozek (Valencia: Monografías de la Revista de Historia de la Psicología, 1984), pp. 99-107.
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