¿Hombres invencibles? Hablemos de desventajas
0 commentsPosted in Artículos | Vol. 8 | Núm. 1 | 2022
Autor(es) | Nadia Navarro Ceja, Laura Evelia Torres Velázquez, Patricia Anabel Plancarte Cansino y Margarita Nabor Govea. |
Contacto | nadianace@gmail.com; lauratv@unam.mx. |
Tipo de Contribución | Atículo Empírico. |
Referencia | Revista Digital Internacional de Psicología y Ciencia Social Vol. 8, Núm. 1, 2022. |
RESUMEN.
Hablar de género es analizar las condiciones de vida de mujeres y hombres; sin embargo, poco se sabe de las necesidades que surgen en los hombres si nos detenemos a reflexionar acerca de las posibles desventajas con que ellos tienen que aprender a vivir. Se utilizó el construccionismo social como enfoque teórico de esta investigación, incorporando la perspectiva de género. El objetivo es analizar el proceso de socialización y aprendizaje del ser hombre dentro de la familia, identificando algunas desventajas que viven los hombres en su proceso de construcción identitaria. La metodología es cualitativa; se entrevistó a tres hombres y se utilizó el análisis de contenido para analizar la información obtenida. Los resultados mostraron cómo la educación en torno al género es importante en la construcción de hombres, ya que los participantes fueron aprendiendo estos roles y estereotipos asignados socialmente, lo cual los conduce a ocultar sus verdaderas emociones por el temor a ser señalados o juzgados. Se sugiere abrir más espacios de reflexión donde sea posible reconocer las necesidades y desventajas que ellos viven en su condición de hombres “invencibles”, donde puedan hablar de sí mismos, propiciando el autocuidado de su salud y su cuerpo, analizando esas formas de vida basadas en estereotipos que los llevan a riesgos innecesarios.
ABSTRACT
Talking about gender is analyzing on the living conditions of women and men, however, little is known about the needs that arise in men if we stop to reflect on the possible disadvantages with which they also must learn to live. Social constructionism was used as the theoretical focus of this research, incorporating the gender perspective. The aim of this research was analyze the socialization and learning process of being a man within the family, identifying some disadvantages that men experience in their process of identity construction. The methodology was qualitative, three men were interviewed, and content analysis was used to work on the information obtained. The results showed how education around gender becomes important in the construction of men, since the participants learned these socially assigned roles and stereotypes, which lead them to hide their true emotions for fear of being singled out or judged.It is suggested to open more spaces for reflection, where it is possible to recognize the needs and disadvantages that they also live in their condition as “invincible” men, where they can talk about themselves, promoting selfcare of their health and their body, analyzing these forms of life based on stereotypes that take them to unnecessary risk.
INTRODUCCIÓN
Hoy en día, en virtud de los importantes cambios habidos a nivel mundial, así como los avances tecnológicos, falsamente se piensa que como sociedad se avanza; sin embargo, cuando se habla de violencia y género, tanto hombres como mujeres adoptan los mismos roles y estereotipos de género que desde hace mucho tiempo se les asignaron para fielmente cumplirse, sin cuestionar la idea de que estos pensamientos y acciones de lo que debe ser y hacer un hombre y una mujer hoy también pesan (Graham-Kevan, 2007). Para la sociedad, nacer mujer representa una desventaja, pues será considerada como la débil y la que jamás podrá compararse a un hombre y a todas esas capacidades, habilidades y virtudes que se piensa ellos poseen, porque ella será vista como la responsable de las labores domésticas y/o la encargada de atender a los hijos; pero, ¿qué pasa con los hombres?; engañosamente se piensa que son ellos los más afortunados en estas mismas construcciones; sin embargo, poco se sabe de sus necesidades cuando se piensa lo que sucede en su interior, al estar constantemente vigilados por una sociedad que juzga y demanda a estos “verdaderos hombres” a cumplir con su deber (Navarro, Garrido, Plancarte y Ortega, 2019).
En este sentido, vale la pena especificar en primer lugar el término “desventaja” para desarrollar un mejor análisis y dar sentido a lo que representa dicha palabra en este contexto.
En el diccionario Léxico (s. f., párr.1) se hace referencia a la palabra “desventaja” para referirse a “una situación menos favorable en que se halla una persona o cosa respecto a otras con las que se compara”. Considerando lo anterior, es posible hablar de desventajas que viven los hombres y mostrar que, contrario a lo que se cree y ha documentado, los varones no crecen con todo a su favor, su crianza y desarrollo no está lleno de ventajas respecto a las mujeres. Por tanto, el término “desventaja” es el más apropiado a utilizar en esta investigación.
Para Figueroa-Perea (2015) las interrogantes que aún existen en los estudios acerca de los hombres, así como las experiencias que acompañan lo que se describe como proceso de ser hombre, tienen gran relevancia, pues depende de las historias de vida tanto personales como sociales que definen la forma de construir y juzgar expectativas y prejuicios que pocas veces se permite expresar por su misma condición de ser hombres.
Dentro de esta sociedad que ya tiene una estruc-tura de aprendizaje para hombres y mujeres, podemos darnos cuenta de que existe una realidad distinta en la forma en que se nos ha socializado, abriendo la posibilidad de reconocer y nombrar las necesidades y malestares que también los hombres viven (Navarro, Salguero, Torres y Figueroa, 2019). Considerando lo anterior, una forma de romper con esa organización de género es visibilizando y reconociendo las necesidades, desventajas e incluso la violencia hacia los hombres.
El INEGI (2021) publicó las características de las defunciones registradas en México de enero a agosto de 2020, en donde 58.7% (401,766) de las muertes pertenecen a hombres, y 41.1% (280,873) a mujeres, encontrando que las causas de muerte en el caso de los hombres son las enfermedades del corazón, covid-19, diabetes mellitus, agresiones (homicidios) y accidentes, entre otros. Este dato evidencia cómo los aprendizajes de género influyen en los hombres, poniendo en riesgo su salud y en general su vida.
Hardy y Jiménez (2001) se refieren al precio de la masculinidad y cómo influye en su salud, ya que está enfocada en el estereotipo de “hombre invencible”, aprendiendo a buscar o exponerse a diferentes riesgos que ponen en peligro su vida, para obtener así el respeto de los otros; además, esta necesidad de tener que cumplir con estos mandatos interfiere en poder expresar libremente la atención de algún servicio de salud, ya que con frecuencia los hombres niegan la posibilidad de estar enfermos y acuden al médico como último recurso. Asimismo, este aprendizaje de ser y parecer fuerte se convierte en una barrera que no permite a los hombres aceptar la posibilidad de tener problemas a lo largo de sus vidas, que repercuten en su estabilidad emocional, excluyendo la opción de ayuda profesional o incluso de acercarse a personas cercanas para manifestar o expresar sus emociones.
Las conductas de género afectan la salud de los hombres, condicionando su vida a cumplir con todas las expectativas sociales de éxito, participando incluso en actividades que perjudican la salud como fumar, ingerir alcohol, conducir a gran velocidad, búsqueda constante de servicios sexuales y suicidio, incluyendo la imposibilidad de hablar y manifestar sus sentimientos, así como alguna enfermedad mental o física que se tenga (Corral, Castañeda, Barzaga y Santana, 2010).
En este sentido, y considerando que la masculinidad se construye a lo largo de la vida y va cambiando de acuerdo con el ambiente social, económico, demográfico y cultural en que se encuentre, esta investigación se efectuó desde el construccionismo social, considerando la perspectiva de Berger y Luckmann (1968), quienes mencionan que la realidad social es una construcción de la misma sociedad y los significados surgen de ese mismo proceso, por lo que cada persona es diferente según el contexto social en que se encuentren.
A través de la historia de sus participaciones las personas conciben ideas subjetivas de la importancia de sus intervenciones en los diferentes contextos. Relacionando estas diversas participaciones, preocupaciones y posturas, las personas gradualmente configuran un pensamiento de la manera en que se sienten ubicadas en el mundo, a lo que Dreier (2005) definiría como un proceso de formación de identidad.
Para esta investigación, incluir la perspectiva de género como herramienta de análisis fue de suma importancia, ya que de esta manera se permite analizar los aprendizajes de género para mujeres y hombres incluyendo sus ideas y comportamientos, pensando que estos roles y estereotipos asignados han “favorecido” a los hombres, obligándolos a mostrarse como seres invencibles que no pueden presentar debilidad, y supri-miendo cualquier cosa relacionada con lo femenino o con todas esas características que, según la sociedad, corresponden a las mujeres (Lupri, 1990; Graham-Kevan, 2007). Ante esto, Lagarde (1996) considera que incorporar la perspectiva de género permite tener una perspectiva más amplia de las características que definen a las mujeres y a los hombres, dando la posibilidad de reconocer sus semejanzas y diferencias, además de analizar las condiciones de vida con que cuentan, identificando sus expectativas y oportunidades, así como los conflictos que surgen en las relaciones tan complejas que se dan entre ambos géneros. y dar cuenta de los recursos y las capacidades de acción que tienen cada uno para enfrentar los problemas en la vida y el logro de sus objetivos. También Scott-Wallach (1990) menciona que la categoría de género se relacionaba con los estudios de las mujeres; sin embargo, poco a poco se dieron cuenta que no es posible hablar de un género sin considerar al otro, ya que ambos se van relacionando y cada uno se va construyendo e identificando como hombre o mujer.
En este sentido, Butler (2001) indica que la construcción social de hombre y mujer se genera de modo paralelo y se manifiesta en sus interacciones sociales, por lo que no es posible estudiarse de manera independiente, ya que el mundo femenino tiene implicaciones en el mundo masculino, y viceversa.
En los estudios feministas los hombres han tenido presencia como opresores de las mujeres; sin embargo, Salinas (2016) considera que recientemente se han generado estudios que tratan de reflexionar acerca de los hombres y su condición propia de género, llegando a tres conclusiones: 1) existe una masculinidad hegemónica; 2) esta masculinidad hegemónica es producto de una construcción cultural, y 3) dicha masculinidad hegemónica no es sólo opresora de las mujeres, sino también de otras masculinidades subordinadas.
En este sentido:
La masculinidad hegemónica, es la configuración normativizante de prácticas sociales para los varones predominante en nuestra cultura patriarcal, con variaciones, pero persistente […]. Relacionada con la voluntad de dominio y control, es un concepto construido históricamente, de producción ideológica, resultante de los pro-cesos de organización social de las relaciones mujer/hombre a partir de la cultura de dominación y jerarquización masculina. Elemento clave en el mantenimiento de dicha cultura, derivado de la naturalización de mitos acerca de los géneros, construidos para la legitimación del dominio masculino y la desigual distribución genérica del poder (Bonino, 2002, p. 9)
Los hombres construyen su masculinidad en diferentes contextos sociales como la familia, la escuela, sus amigos, sus pares, la cultura, etcétera, e incorporarse a estas prácticas es como ellos encuentran significado a lo que consideran y se considera masculino. Esa idea surge del escenario en que están inmersos; se construye de lo que la sociedad les dice que tiene que ser y de lo que las personas a su alrededor les aconsejan, aceptan y aplauden como propio de lo masculino (Sotomayor, 2004; Ramírez, 2005).
Ante ello, Salguero (2013) considera que la masculinidad se debe entender como un concepto social que se da en la práctica y no de modo individual, ya que involucra el contacto con otras personas, símbolos y lenguaje que forman parte del mismo contexto, es decir, gracias a estas prácticas los individuos se construyen de manera personal y construyen el mundo social.
La práctica nunca se da porque sí; siempre existe porque se originó de alguna situación que resultó ser significativa en la vida de las personas. La práctica hace al mundo. Al actuar, transformamos, construimos y reconstruimos nuestra realidad (Connell, 2015).
En este sentido, Núñez (2015) cree que al hacer estudios de género de los hombres y las masculinidades, es necesario considerar diversos elementos personales, sociales y culturales que los rodean incluso desde antes de su nacimiento como varones, con todas esas expectativas de comportamiento que se espera de ellos, y, en este sentido, la importancia de estos estudios radica en conocer esos significados que surgen en los diferentes escenarios de práctica donde se construye lo masculino, la masculinidad y la hombría, configurando las diferentes identidades, significados, prácticas sociales, relaciones de poder y resistencias entre las personas.
Para esta investigación se retomó un escenario muy importante de práctica social: la familia, donde la masculinidad se construye incluso desde la concepción del hijo, con las expectativas que ambos padres tienen de él y después la educación que dan a sus hijos donde se incorporan los roles y estereotipos de género, los cuales generan malestares a lo largo del tiempo y forman parte de las mismas desventajas con que tienen que aprender a vivir los hombres, por ser hombres.
Familia
Al ser casi siempre el primer contexto que influye en el niño, así como un primer espacio de práctica de la masculinidad, Schmukler (2001) considera que la familia ejerce influencias ideológicas y políticas por medio de dos vías: 1) sentar las bases de las subjetividades masculinas y femeninas mediante las relaciones primarias, que se establecen con las figuras femeninas y masculinas de autoridad dentro del grupo familiar (generalmente padre y madre), y 2) a través de proponer modelos de género, como el modelo tradicional de feminidad y masculinidad, donde los hombres en general tienen una mayor jerarquía y la posibilidad de acceder a mayores recursos.
La construcción de la masculinidad no se da de manera aislada ni en lo individual, sino en lo colectivo, colocándolos como una forma de estar. Se presenta, por tanto, una forma de estar en el mundo donde el orden de género constituye el deber ser y hacer de los hombres, aprendiendo desde modelos hegemónicos que los han llevado a silenciar sus necesidades, emociones, malestares y miedos. Ante esto, cabría preguntar dentro de este mundo social donde hay estereotipos que indican una forma de ser hombre, ¿cuáles son algunas desventajas con que tienen que aprender a vivir los hombres por ser hombres?, y, ¿cuál es la importancia de investigar sobre los procesos que surgen y funcionan como mecanismos de reproducción de estereotipos de género en entornos familiares de diferentes contextos urbanos como el de la Ciudad de México?
Es por ello que el objetivo de esta investigación es analizar el proceso de socialización y aprendizaje del ser hombre dentro del ambiente familiar, identificando algunas desventajas que viven los hombres en su proceso de construcción identitaria.
MÉTODO
Se llevó a cabo un estudio interpretativo, utilizando metodología cualitativa con el fin de identificar los procesos de aprendizaje y la experiencia vivida del ser hombre, desde el punto de vista de quienes lo viven.
Participantes
Participaron tres hombres de 29 años (Juan, Pedro y Eduardo, son los nombres ficticios de nuestros participantes, con el fin de garantizar su anonimato), habitantes de la Ciudad de México. En este sentido, es necesario mencionar que, para lograr el objetivo establecido en la investigación, los participantes no fueron elegidos por su importancia numérica, sino por pertenecer al género masculino dentro de esta estructura social que establece estereotipos y determina que los hombres deben ser los fuertes, los que violentan, los que no se quejan, sin cuestionar las desventajas que esto implica, y en el caso de la presente investigación esto resulta ser significativo (Olavarría, 2013).
Materiales
Se utilizó un formato de entrevista impresa y un celular ZTE Blade V para audiograbar las entrevistas efectuadas.
Estrategia de recolección de datos
Se usó una entrevista semiestructurada para la obtención de la información. Los ejes de la entrevista que forma-ron parte del análisis fueron proceso de socialización y aprendizaje del ser hombre en diferentes escenarios de práctica (familia, escuela, amigos, trabajo y pareja); sin embargo, para esta investigación sólo se consideró la información obtenida del ambiente familiar, ya que muestra las primeras formas de construcción del ser hombres basadas en estereotipos y roles de género.
Procedimiento
Los participantes fueron congregados por medio de un amigo en común. Una vez reunidos, se les informó acerca de los objetivos de la investigación, explicándoles en qué consistía su participación.
En seguida se agendó un día diferente para cada participante y efectuar la entrevista. Dichas entrevistas se hicieron en el domicilio de los participantes para lograr una mayor comodidad al hablar de situaciones que pudieran resultar difíciles.
Antes de efectuar cada una de las entrevistas, se mencionaron de nuevo los objetivos de la investigación, se leyó el consentimiento informado y se solicitó su firma en dicho documento.
La duración de cada entrevista fue de casi 1 hora y 40 minutos; se les agradeció su participación, su tiempo y la información proporcionada. Una vez concluidas las entrevistas, se transcribieron para su posterior análisis.
Análisis de datos
La información obtenida se examinó por medio de la estrategia de análisis de contenido, logrando identificar significados que los participantes tienen en su construcción de ser hombre dentro de la familia. En este sentido, Kvale (2011) considera que utilizar este tipo de es-trategia, además de la transcripción de las entrevistas, codificación de la información, condensación e interpretación de significados, implica crear sobre todo una interpretación que va más allá de lo que se dice.
Consideraciones éticas
De acuerdo con el código ético del psicólogo en investigacions, previamente a los participantes se les mencionó el objetivo de la investigación, proporcionándoles información respecto a la confidencialidad de sus datos y manifestándoles la importancia de su participación; asimismo los participantes firmaron, de manera voluntaria, un consentimiento informado.
RESULTADOS
A continuación se muestran los resultados de la investigación, considerando el eje de análisis (proceso de socialización y aprendizaje del ser hombre en el ambiente familiar), el cual fue estructurado para un mejor análisis en cinco categorías teóricas: 1) dinámica familiar; 2) apren-diendo a ser hombre; 3) relación con el padre ausente; 4) aprendizaje de emociones, y 5) violencia naturalizada.Las historias pueden presentar algunas similitudes y diferencias respecto al aprendizaje del ser hombre, como situaciones familiares que fueron significativas, así como posibles malestares que surgen en su misma construcción de hombres.
Dinámica familiar
Para los tres participantes, la familia es un primer escenario de práctica fundamental en su aprendizaje y construcción del ser hombres; la dinámica familiar de cada uno fue diferente, pero los aprendizajes de estereotipos de género estuvieron presentes en la vida y educación de cada uno de ellos.
Jelín (2007) indica que cada familia representa un microcosmos de relaciones que se aprenden y reproducen con elementos ideológicos y afectivos, estableciendo su propia estructura de poder y conflicto, en donde existen tareas e intereses colectivos y personales.
En el caso de Eduardo, describe su dinámica familiar como “normal y tranquila”, no percibe la presencia de mayores dificultades, pero en su discurso se observa que la comunicación abierta no formaba parte de su dinámica, ya que cada uno de los integrantes prefería no comentar respecto a determinados temas:
“Pues realmente me llevo bien con toda mi familia, pero cuando se trata de platicar cosas personales cada quien se reserva sus comentarios, como que para esas cosas la verdad no somos de platicarlas abiertamente entre nosotros”.
A diferencia de Pedro, quien por la misma necesidad desde niño aprendió a trabajar e involucrarse en el negocio familiar, el cual era una tienda de abarrotes, para ayudar a sus padres a solventar los gastos familiares, situación que no le agradaba; sin embargo, él reconoce y se apropia de esa responsabilidad porque considera que, por ser el hijo mayor y único hombre, a él le correspondía hacer ese trabajo. Pedro no sólo tuvo como responsabilidad trabajar, sino que además tenía que hacerse cargo de sus dos hermanas y estar al pendiente de ellas en las cuestiones escolares; ante esto, podemos reflexionar cómo el trabajo y las actividades que esto implicaba se van aprendiendo de manera “na-turalizada”. Él comenta:
“Yo soy el hijo mayor y recuerdo que tuve que aprender a trabajar en la tienda que teníamos; yo atendía a los proveedores y a los clientes; sólo tenía siete u ocho años, y en ese entonces me daba mucho coraje saber que yo no podía salir a la calle a jugar como los otros niños porque tenía que estar en la tienda; de verdad era algo que yo no entendía, pero lo tenía que hacer […]. Cuando mis papás se fueron a trabajar, a lo mejor inconscientemente y no sé si de manera sana o correcta, pero fue lo que hice, como que traté de absorber algunas cosas […]. También tuve que aprender a cuidar a mis hermanas en la casa, llevarlas o ir por ellas a la escuela, checar que fueran bien en sus materias, entre otras cosas, y todo porque mis papás no estaban, y eso claro que me enojaba, pero pensaba: “¡si yo no cuido de ellas, nadie más lo hará!”.”
Respecto a Juan, creció y aprendió a vivir la vida con más libertades, pues siendo hijo único y crecer con padres separados —por una infidelidad de su padre—, él menciona que los sentimientos de culpa que ambos padres tenían le permitían hacer lo que quería sin mayores consecuencias, aunque había discursos contradictorios; por un lado su madre le decía que como hombre le correspondía hacer ciertas cosas; por otro lado, su padre le enseñó que como hombre podía hacer lo que quisiera, siempre y cuando fuera feliz:
“Yo crecí por un lado con las palabras de mi mamá de: “tú, por ser hombre, tienes que hacer esto porque a la mujer le toca esto”, mientras que cuando estaba con mi papá, el me repetía casi siempre que tenía que aprender a ser feliz y me dejaba hacer casi siempre lo que yo quería.”
Así, vemos a tres hombres construirse en dinámi-cas familiares diferentes, pero muchos de sus aprendi-zajes atravesados por los roles de género, que si bien les enseñaron a trabajar y ser responsables, también les enseñaron a hacer lo que quisieran por ser hombres y a callar emociones, lo cual evidencia la necesidad de romper con determinadas estructuras sociales que no permiten a los hombres mostrarse como seres humanos, y seguir pensando que el ser hombre no representa ningún tipo de desventaja.
Aprendiendo a ser hombres
En la vida de estos hombres la formación que ambos padres proporcionaron a sus hijos fue muy importante en su construcción. Ante esto, Schmukler (2001) indica que sobre todo es en la familia donde aparecen y se reproducen los primeros modelos de género; por ejemplo, Juan recuerda cómo su madre constantemente le decía “¡no llores, eres hombre!”, enseñando y reproduciendo estos roles de género que se vuelven parte de estas ideas tan significativas con las que se aprende a vivir.Eduardo expresa que las palabras y enseñanzas que él tuvo de su hermano mayor fueron aún más significativas que las de sus padres, porque su hermano le mostró cómo tenía que ser un hombre: “Él es mayor que yo, y siempre fue mi ejemplo a seguir; y todo lo que me decía yo le creía; siempre me inculcó sobre todo el respeto hacia las mujeres y ser caballeroso; me decía que a las mujeres no se les pega, y hasta me decía que yo como hombre tenía que pagar las salidas; también me decía que la violencia no traía nada bueno, y los vicios tampoco”.
Respecto a Pedro, uno de los mayores aprendizajes de ser hombre fue el cuidado y respeto hacia las mujeres, que se dio al tener que hacerse cargo de sus hermanas desde muy joven, incorporando este aprendizaje de forma “normal” que él mismo asumió, porque sus padres tenían sus respectivos trabajos con horarios complicados que les impedía estar al pendiente de sus hijos.
De este modo, podemos observar cómo para estos hombres el discurso que sobresalía acerca de las mujeres era aprender a cuidarlas y respetarlas más que sentirse superiores a ellas.
En este sentido, vemos cómo en la vida de estos hombres la relación familiar se convierte en un proceso constante de aprendizaje basado en la reproducción de estereotipos y roles de género, como la contención de emociones, hacerse cargo de las responsabilidades de otros sólo por ser hombre, o incluso pensar que tener dinero es parte del estatus de un verdadero hombre, y que su obligación es pagar siempre las salidas a restaurantes, centros comerciales, etcétera, a las mujeres; en este sentido, y ante estas situaciones aprendidas por estos hombres, vale la pena volvernos a cuestionar sobre esas desventajas con las que viven, y sobre todo en las posibles consecuencias que eso implica para ellos.
Relación con el padre ausente
Una situación interesante en la vida de estos tres hombres fue la relación con su padre, porque las narraciones muestran el respeto que se tiene a la figura paterna a pesar de no estar presente todo el tiempo en la vida de los participantes (en dos de los casos fue por cuestiones de trabajo y en uno por motivos de infidelidad), evidenciando cómo la educación también se da en la ausencia, y la importancia que representa el padre en la formación de los hijos; ante esto, Salguero (2006) considera que la presencia o ausencia del padre tiene una influencia rele-vante en la trayectoria de vida de los hijos, pues al igual que la madre, la figura paterna también aporta seguridad y apoyo en los hijos, además de ofrecer un espacio seguro que les permita desarrollar mayor confianza en sí mismos, la cual será necesaria para enfrentarse al mundo exterior.
En este sentido, la relación que los participantes construyeron con sus padres fue muy importante en el aprendizaje de los significados de ser hombre, como la responsabilidad sobre todo en el trabajo, proveer económicamente a su familia o el respeto hacia las mujeres. En la vida de Pedro, por situaciones laborales, su padre no podía estar en casa mucho tiempo; sin embargo, él comenta que su padre siempre trató de pasar tiempo recreativo con él, aunque fuera muy poco, y hasta la fecha el cariño y respeto que Pedro le tiene es muy notorio, pues considera que gracias a su papá él ahora es un hombre que estudió y aprendió a trabajar para salir adelante:
“[…] mi papá trabajaba turnos muy largos y casi no estaba en casa, y recuerdo que siempre llegaba de trabajar y pues nos saludaba […]; eh, lo esperaba para que comiéramos juntos, salíamos a jugar futbol a la calle aunque estuviera cansado; o a veces podíamos ver la tele; no sé, hacíamos algunas actividades. También él siempre fue muy especial con la escuela; fue muy exigente; entonces, siempre me exigió mucho; bueno, a la fecha, pues sí le agradezco, me hizo una persona responsable en la escuela y todo eso; pero a veces cuando uno es niño, pues no entiende esas cosas.”
En el discurso anterior podemos observar algunos significados aprendidos en la relación con su padre, como la responsabilidad y exigencia en el desempeño escolar, y que hoy lo convierten en un hombre responsable. Además, el tiempo que su padre le proporcionaba al regresar del trabajo para jugar o hacer algunas actividades recreativas, es otro significado muy importante en la vida y aprendizaje de Pedro, porque él ahora reflexiona y piensa que su padre, aunque llegaba cansado de su trabajo, se daba tiempo para estar con él, y eso es algo que Pedro agradece y valora mucho.
Por cuestiones de trabajo, el papá de Eduardo también se ausentaba varios días, pero a diferencia de Pedro, en el poco tiempo que estaba su papá en casa, Eduardo no recuerda que se acercara a él para platicar acerca de sus vidas o que tuviera la iniciativa de tener algún tipo de comunicación con él:
“Mi papá siempre estuvo fuera; pero a pesar de eso, las veces o las pocas veces que llegaba a la casa no era tan abierto; eh, sí nos decía que le contáramos cosas, ¿no?, o que confiáramos en él; pero que yo recuerde, no tuvo como la iniciativa de acercarse a nosotros y preguntarnos cómo estábamos o si teníamos algún problema, así que me digas tú ¡un consejo!, pues no, sinceramente no me acuerdo.”
Para Eduardo, la ausencia de su padre, así fuera por cuestiones de trabajo, se presentó no sólo de manera física, sino también afectiva, aprendiendo de esta relación padre-hijos algunos significados, como la responsabilidad hacia el trabajo, pero también la poca interacción en la vida de sus hijos.
Por otro lado, Juan vivió la separación de sus padres en otro sentido, ya que su papá fue infiel a su mamá con otra persona con quien formó una familia, por lo que su mamá tuvo mayor responsabilidad en la educación con él, aunque admite que en ocasiones se acercaba más a su papá porque con él tenía más libertad de hacer lo que quería. En la siguiente cita, Juan describe cómo fue el proceso de separación de sus padres y lo que vivió después:
“[…] una tarde llamó una señora diciendo que necesitaba ver a mi papá porque necesitaba dinero para sus hijos, entonces pues se separaron, y de ahí hubo un declive para los dos; después de eso mi papá se fue a vivir con esa señora; mi mamá entró en un estado de depresión muy, muy cabrón. Después mi mamá me agarraba de su consejero; yo recuerdo que cada noche iba a platicar con ella una o dos horas de lo que había sucedido. Con mi papá era algo similar, porque me trataba, yo considero, como un adulto; de repente me decía “¡oye, quiero platicar!!, y pues sí, mejoró la relación, aunque yo siento que, si fue por el hecho de que quisiera redimir su ausencia, porque de plano en esa época yo fui punto y aparte; entonces yo podía hacer lo que quisiera, siempre y cuando yo le diera esas dos horas a mi mamá o esa hora a mi papá.”
En el discurso de Juan, la separación por la infidelidad de su padre lo llevó a sacar algunas ventajas porque sus padres estaban ocupados en atender sus propias vi-das y sus problemas, por lo que Juan fue aprendiendo a vivir con libertades de adulto, y a construir una relación de amigo con su padre más que como hijo. Un aspecto interesante en la vida de Juan es que menciona haber tenido muchas relaciones de pareja informales, lo cual podría relacionarse con los procesos de aprendizaje y significados en torno a la relación de pareja vividos con sus padres, donde respeto, compromiso y responsabilidad se vieron matizados por la infidelidad.
En las narraciones anteriores de los participantes es evidente cómo la imagen paterna se vuelve muy importante en la construcción de los hombres, ya que el padre representa esa figura de autoridad que educa y transmite a sus hijos los aprendizajes de género con que ellos fueron educados, como saber trabajar para proveer a la familia se convierte en un deber ser del hombre, aunque a veces se piense que el trabajo es más importante que el tiempo compartido con la familia, y este pensamiento surge de los mismos estereotipos y roles de género que le enseñan a los hombres a trabajar. El hombre que no trabaja y no provee económicamente es señalado y juzgado por la sociedad, aunque esto represente el no pasar tiempo con la familia ni saber cómo tener una comunicación más cercana y abierta con los hijos, creyendo que esa tarea sigue siendo una obligación de las mujeres. Además, como parte de estas responsabilidades que los padres transmiten a sus hijos está la exigencia en cuestiones académicas, ya que en muchas ocasiones es el padre quien ejerce la mayor autoridad para pedir que se logre buen desempeño en la escuela.
Para finalizar, otro de los aprendizajes de género que se evidencia en la vida de estos sujetos es la idea de que sólo los hombres pueden tener más de una pareja sentimental, y el creer que para ellos la infidelidad es parte de su naturaleza como hombres, la cual es aceptada y legitimada por la sociedad, haciendo alusión a determinadas frases que generalizan a los hombres, como “todos los hombres son iguales”, evidenciando que el cargar con varias etiquetas y tantos señalamientos sociales no permiten que los hombres se den la oportunidad de romper con esas estructuras de género para repensarse como seres libres y autónomos, generando así malestares.
Aprendizaje de emociones
En este sentido, la ausencia del padre —por diversas circunstancias, como el trabajo y la infidelidad— lleva a establecer arreglos familiares distintos en la vida de los participantes, siendo la madre quien asume la mayor res-ponsabilidad y cuidado, convirtiéndose para ellos en una figura de respeto. Respecto a la relación con el padre, los participantes reconocen e incluso aceptan que el papel que le correspondía era salir a trabajar, a pesar de que no pudieran pasar tanto tiempo juntos y con ello se afecta-ra el aspecto emocional. Recuerdan que su padre no fue afectuoso ni cariñoso con ellos, pero esto no representó un problema para los participantes porque sabían que los querían a su modo, aunque no se los dijeran.
Al respecto, Pedro comentó:
“A veces no necesitaba que mi papá me dijera que me quería, porque yo sabía que él me que-ría; cuando llegaba cansado de trabajar, y aun así jugaba futbol conmigo aunque fueran sólo cinco minutos, eso era suficiente para mí.”
Juan también reconoció que no era que su papá no lo quisiera, sino que él no sabía cómo expresar su cariño porque su abuelo tampoco fue nada cariñoso con su papá, y por el contrario fue muy exigente; Juan recuerda que su padre le decía “como te voy a dar amor si yo no lo conozco”.
Ante este testimonio, una primera lectura podría suponer esa dificultad que su padre tiene para no saber cómo expresar su cariño a su hijo; sin embargo, al hacer una segunda lectura se puede pensar que el simple hecho de que el padre reconozca esa limitación para expresar sus emociones y manifestarla a su hijo podía significar una manera de demostrarle su afecto.
En el caso de Eduardo, la comunicación con su padre fue mínima. A pesar de que pasaban poco tiempo juntos, los momentos en que podían haber establecido algún tipo de acercamiento no lo hicieron, porque su papá no era de demostrar algún tipo de afecto. Ante esto, Eduardo comenta que no era algo que le afectara, pues sabía que su papá llegaba fastidiado del trabajo y quería descansar: “Él trabajaba mucho, y yo entendía que lo único que él quería era descansar”.
Las narraciones anteriores muestran cómo en las relaciones padre-hijo la demostración de afecto no es parte del aprendizaje de los hombres. Los mismos participantes reconocen que sus padres no fueron malos padres por no saber cómo expresarles su cariño, porque tampoco ellos sabían cómo hacerlo, aprendiendo que los hombres socialmente tienen que ocultar sus emociones porque es parte del ser hombre, y esto es algo que se transmite de generación a generación, lo cual coincide con Seidler (2000), quien considera que a los hombres no se les educa para mostrar emociones ni sentimientos porque eso va contra el rol establecido, y mostrarse ante una sociedad que cuestiona, critica y juzga no es fácil para ellos. Evidenciando de nuevo algunas desventajas que surgen en la construcción de género, donde los hombres no son educados para manifestar con libertad ante los demás las emociones y sentimientos que surgen en la vida, pues al hacerlo se evidencia su vulnerabilidad, la cual no es parte de su “deber ser” como verdaderos hombres.
Violencia naturalizada
Al indagar acerca de la dinámica familiar de estos hom-bres en relación con la violencia que pudieran haber vivido, los participantes no reconocen haber vivido algún tipo de violencia en su ambiente familiar; sin embargo, en sus narraciones se identifican situaciones de violen-cia que en el día a día se naturalizan de manera cotidiana, tanto que son incapaces de reconocerse dentro de una situación de violencia.
En la vida de Juan y Pedro, al no mostrar situaciones en las que se hayan sentido violentados, sí reconocen cierta molestia al haber enfrentado algunas experiencias familiares; por ejemplo, en el caso de Pedro el enojo que se presenta al verse obligado a trabajar en el negocio familiar y no poder divertirse como sus amigos, a los que veía jugar en la calle, y ocuparse del cuidado de sus hermanas siendo apenas un niño, porque debido a la ausencia del padre por cuestiones laborales y luego a los problemas maritales que tuvieron sus padres, fue importante para empezar a atender este tipo de realidades y malestares vividos por los hombres.
Respecto a Juan, reconoce su molestia ante el descuido de ambos padres en su educación y crecimiento, porque la situación de infidelidad que vivió su mamá por parte del padre de él, generó ambos padres estuvieran más al pendiente de sus propias necesidades que las de su hijo, permitiéndole tener más libertades y menos responsabilidades de las que un niño o un adolescente podría tener a su edad, y ante esta situación él menciona que tal vez ahora podría haber hecho otras cosas si hubiera tenido esas llamadas de atención de sus padres:
“Por ejemplo, recuerdo que ya era de noche; nos desvelamos mi mamá y yo hasta las tres de la mañana; al siguiente día yo tenía escuela; me dijo “¡no vayas, te desvelaste mucho!”; yo dije: “¡a huevo!”; yo hubiera preferido no quedarme dormido e ir a la escuela; tal vez hubiera sido más provechoso para la vida de adulto, pero pues siendo adolescente te vale. Con mi papá digamos de cierta forma lo mismo; hubiese preferido ese regaño de “¿sabes qué?, ¡no fumes enfrente de mí!”; tal vez no tendría ese vicio ahorita, pero por el querer comprar ese cariño, ese respeto, ahorita soy lo que soy, no me arrepiento; ¡digo!, no soy tan mala persona, pero sí siento que me faltó ese apoyo, ese pequeñísimo jalón de orejas.”
Un dato presente en la vida cotidiana y familiar de los participantes, y que vale la pena mencionar, fueron los métodos disciplinarios y de “corrección” que sus padres utilizaban al tener algún comportamiento “inadecuado”, porque, a pesar de haber recibido algunos golpes o groserías, para ellos no significa que hayan sido violentados.
Pedro narra algunas experiencias:
“Casi no nos pegaban, pero pues sí alguna que otra vez lo llegaron a hacer, no agresión como tal que fuera común, como algo cotidiano. Mi mamá de repente pues a lo mejor sí me decía una que otra grosería, pero pues casi siempre me amenazaban con acusarme con mi papá; él era al que le tenía un poco más de temor. Mi mamá lo que usaba era su chancla; a veces me aventaba su chancla o de repente sacaba la cuchara de los frijoles, o una cosa así y, pues ya, pues con eso nos sonaba. Mi papá sí me llegó a pegar algunas veces, no muchas; pero mi papá tiene una figura así, fuerte; entonces, eh, yo creo que me dolía más la parte como de sentir que había hecho yo algo mal, aunque no me lo decía, pero yo así me sentía, que a lo mejor la nalgada que me daba, porque eso sí, te-nía una mano bien pesada, que a veces me dejaba la mano ahí marcada.”
El discurso anterior refleja un tipo de educación muy común en las familias mexicanas en las relaciones padres-hijos, donde son aceptadas algunas violencias para corregir el mal comportamiento de los hijos, e incluso el lenguaje con groserías también es un tipo de comunicación considerada muy “normal y natural” en las relaciones familiares.
Juan recuerda algunas situaciones que sus padres utilizaban a manera de corrección:
“No fue violencia física, pero yo siento que era más el regaño, más el rechazo, el “¡te voy a dejar si sigues llorando!”, “¡te voy a…!”, cosas así. Me acuerdo mucho de mi papá cuando decía “preo-cúpate cuando no te diga groserías, porque ese día estoy enojado”; ¡y sí!, de hecho cuando no me decía groserías o cuando se portaba más serio conmigo era cuando decía “¡chin, en qué la cagué, en algo estoy mal!”; a mí me daba miedo cuando me decían “Juan Manuel, ven acá”; o cuando mi mamá me decía “vamos a comernos un pollito”, porque el regaño era bueno, muy fuerte.”
Mientras, en la vida de Eduardo casi no hubo si-tuaciones en donde sus padres tuvieran que violentarlo como una forma de corrección:
“Mi mamá no me pegaba, pero sí me regañaba cuando, ¡no sé!, hacía algo malo o era grosero con ella o con mi hermana; pero me acuerdo mucho de una ocasión donde mi papá se enojó mucho conmigo porque no llegué a la casa en un tiempo muy largo, y bueno, aparte de la preocupación que yo creo que tenía, eh, sí se enojó conmigo esa vez, bueno, fueron varias, ¿no?, pero me acuerdo mu-cho de esa porque yo creo que fue la única vez que mi papá me cacheteó; entonces fueron como tres o cuatro cachetadas que me dio; pero fue, creo, como la más fuerte, porque no recuerdo más.”
En las narraciones anteriores es evidente la manera en que fueron disciplinados los participantes ante com-portamientos inadecuados, incluyendo golpes en algún momento, groserías o chantajes, los cuales son conside-rados, por parte de los padres y madres, como métodos de corrección y disciplina muy comunes en las familias mexicanas, mostrando autoridad y poder ante sus hijos, convirtiéndose en situaciones de violencia que poco a poco se naturalizan, formando parte de su vida cotidia-na y de los procesos de aprendizaje de género hacia los hombres, propiciando, en este sentido, futuras relacio-nes donde se piense que permitir o fomentar situaciones de violencia forman parte de la rutina “normal” de las personas, sin cuestionar lo que en realidad se vive.
DISCUSIÓN Y CONCLUSIÓN
Al retomar el objetivo de esta investigación, se reflexiona en primer lugar respecto a la familia, vista como un espacio significativo en la vida de estos tres hombres que representa el primer espacio donde fueron educados y se construyeron como los hombres que ahora son, incorporándose poco a poco estos aprendizajes de género con los que se tiene que aprender a vivir porque forman parte de sus ideas, pensamientos y comportamientos que no siempre los favorece, como erróneamente se cree, y por el contrario para muchos hombres repercute en sus vidas al tener que enfrentase a diversos malestares que surgen en esa contradicción del “deber ser” y la realidad que se vive.
Para los participantes, su construcción como hombres estuvo asociada con una educación basada en los roles y estereotipos clásicos de género, mostrando que el ser educados con esos atributos que en general se consideran como “privilegiados”, lejos de ser eso, se convierten en una gran carga social de la que difícilmente se atreverán a hablar y la que socialmente poco se reconocerá, y aunque los tres tuvieron vidas diferentes, los malestares que surgen en su educación son similares; en este sentido, si fuera posible explorar en las historias de vida de muchos hombres, podríamos reconocer que detrás de esa figura masculina a quien se le dijo que tenía que ser fuerte y no llorar, está una persona que no sabe y no puede demostrar lo que en realidad piensa, siente y vive.
Para la sociedad, hoy es más sencillo ocultar, callar y no reconocer el otro lado de la moneda en la construcción de los hombres; sin embargo, la perspectiva de género ha posibilitado una manera de visibilizar la violencia de género hacia los hombres que ha estado presente por mucho tiempo en su existencia, y así fomentar la concientización en la sociedad respecto a to-das las necesidades de esta población. Ahora bien, ¿de qué desventajas se puede hablar cuando se piensa en los hombres? Hablar de los hombres y atrevernos a mirar y reconocer toda la vida social que los envuelve, considerando esas construcciones de género que forman parte de los mandatos que un hombre tiene que hacer y cumplir para demostrar su hombría, es pensar en otra realidad de la que poco se nos habló, e incluso no se nos dijo que existía.
La vida de los hombres no es tan “maravillosa” como se nos muestra; ser hombre representa también una carga social, que viene acompañada de muchas etiquetas sociales que todos los días se tienen que re-afirmar; acaso mostrarse como los demás quieren y no como uno quiere ser, ¿no cansa?, pensarse en un mundo donde no puedes pensar y actuar libremente, sin miedo a ser juzgado o tener que ser cómplice de tus silencios porque te dijeron que los hombres no deben llorar, es solo parte de las realidades con que tienen que aprender a vivir los hombres; es solo parte de algunas desventajas de haber nacido hombre.
En este sentido, una de las opciones que se sugieren ante esta problemática es reconocer que existe, aprender a nombrarla y visibilizar esta situación que viven los hombres, porque hoy la sociedad no ha considerado dar mayor importancia para atender las necesidades de ellos, así como la violencia que también pueden experimentar por el hecho de ser hombres, lo cual permite pensar que esta falta de atención se debe sobre todo a que el problema involucra construcciones de género que les impide reconocerse y mostrarse dentro de una sociedad que los juzgaría como hombres vulnerables o débiles (Munir-kazmi y Mohyuddin, 2012; Dutton, 2007; Trujano, Martínez y Camacho, 2010; Trujano, Martínez y Benítez, 2002; Fontena y Gatica, 2000; Hines, 2015).
La posibilidad de incorporar la perspectiva de género como parte de nuestros aprendizajes a lo largo de la vida, abre un conjunto de posibilidades para hombres y mujeres para transformar sus vidas, que van desde valorar las habilidades que cada uno tiene, aceptar sus propios deseos y no los de los demás, realizar ciertas tareas porque son necesarias y no porque fueron asignadas socialmente dependiendo del sexo con que se nace, elegir las profesiones que cada uno quiera, expresar las emociones sin miedo a ser juzgados, etcétera; todo lo anterior permitiría crear un panorama distinto en los espacios de vida de las personas, favoreciendo las relaciones humanas.
Comprender qué es el género y cómo interviene en la construcción de hombres y mujeres facilita la crea-ción de nuevas y diferentes formas de relacionarse más equitativas, donde se reconozca esta diferencia sexual y no sea utilizada como un mecanismo de desigualdad, logrando la equidad en nuestra sociedad, donde la participación de las y los individuos se haga con independencia de su sexo, teniendo los mismos derechos y obligaciones (Lamas, 1999).
Además, si se piensa en estas construcciones de género que se van estableciendo en la vida de los hombres, Toquero (2015) considera que cuando hablamos de identidades que se construyen, entonces también se pueden deconstruir: así como se aprendieron, pueden reaprenderse mediante un proceso de reestructuración de la experiencia y los significados.
Asimismo, Figueroa-Perea (2019) considera que una de las claves para “desaprender” esos roles establecidos, es invitarlos a pararse frente al espejo y pensar en la vida que han tenido, reflexionando acerca de las desventajas que pudieron surgir en ese aprendizaje del ser hombres. El autor invita a “desaprender” visibilizando los aspectos negativos de lo aprendido.
En este sentido, una propuesta tendría que estar di-señada para arriesgarnos como sociedad a una deconstrucción de la masculinidad dominante, es decir, que se puedan cuestionar y criticar todos los roles y estereotipos de género que se socializan en la vida de los hombres, para romper con esta estructura de género basada en un sistema patriarcal donde solo existe una forma de ser hombre, que invisibiliza las necesidades y malestares que viven los hombres en su realidad. Salazar (2018) indica que una forma de deconstruir este orden de género se debe iniciar desde nuestro entorno más personal e inmediato, y una responsabilidad que tenemos como sociedad es reconocer y visualizar las necesidades que tanto hombres como mujeres tienen, para no mantener el silencio y perpetuar así comportamientos que gene-ren malestares, además de tener el compromiso de no mantener nunca una actitud pasiva con lo que suceda a nuestro alrededor.
Además, es importante mencionar algunas limitaciones que pueden ser consideradas para dar paso a futuras investigaciones; en primer lugar, el aspecto cultural y de género que impide a los hombres verbalizar libremente situaciones de sus vidas por pena o miedo a mostrarse vulnerables frente a los demás.
Otra limitación importante es el sexo del entrevistador, lo cual pudiera sesgar la información que se pretende obtener; ante esto se recomienda que los participantes pudieran decidir el sexo del entrevistador para que ellos se sientan más cómodos y en confianza de hablar acerca de algunas situaciones complicadas que pudieran surgir.
Por último, valdría la pena insistir respecto a la creación de espacios de reflexión que incluyan a hombres y mujeres, donde sea posible reconocer y manifestar con libertad las necesidades que ellos viven en su condición de seres “invencibles”, donde los hombres puedan hablar de sí mismos para propiciar el autocuidado de su salud y su cuerpo, analizando las formas de vida basadas en estereotipos que los llevan a riesgos innecesarios y evidenciando que sus problemas también merecen ser atendidos para no callar situaciones que se tornan en malestares, y mostrando las desventajas que también ellos tienen por haber nacido hombres.
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Cómo citar:APA6 | Navarro-Ceja, N., Torres-Velázquez, L. E., Plancarte-Cansino, P. A., & Nabor-Govea, M. (2022). ¿Hombres invencibles? Hablemos de desventajas. Revista Digital Internacional De Psicología Y Ciencia Social, 8(01), e8012022389. https://doi.org/10.22402/j.rdipycs.unam.e.8.01.2022.389 |